
No le dio tiempo ni a contestar, cogió las escaleras y a pesar de sus cuarenta entrados y sobrepeso, las subió como un chaval de quince años. Antes de que se diera cuenta estaban en el despacho del Inspector Jefe.
– ¿Da usted su permiso?, -preguntó Montes después de haber sorteado a la secretaria y llamar reglamentariamente.
– Adelante, -se oyó claramente desde el interior.
– Señor, -comenzó a hablar Montes sin tiempo para pausa.
– ¿A que no sabe quién se le acercó ayer al Inspector Maldonado mientras estaba tomando un café?
– ¿Tengo que adivinar?, -no estaba para bromas el viejo.
– Era una forma de hablar, señor, el viejo Valdivia.
– ¿Tomás Valdivia?
Cara de sorpresa.
– En carne y hueso, -asintió Montes.
-Siéntense, -ordenó levantando la mano y señalando las sillas que estaban frente a su mesa.
– Pues bien, se le presenta y…
– Subinspector, deje que lo cuente el que lo ha vivido.
– Perdone, Jefe.
– Se me acercó, se sentó, y me comentó que quería invitarme a su casa para hablar de la detención de Antonio Calero.
Le hizo un rápido bosquejo.
– ¿Usted lo conocía de antes?
– Aquí no conozco a nadie aún, -le respondió Pablo.
– ¿Sabía su nombre y la detención de Antonio Calero?, -volvió a preguntar.
– Sí, señor.
– No me extraña del viejo Valdivia, pocas cosas hay que se le escapen, se podrían escribir libros con lo que él sabe y nosotros no, ¿Qué piensa hacer?, -preguntó Delgado.
– A sus órdenes.
Pablo sabía que haría lo que le mandaran.
– Bien, vaya… es interesante, ¿qué querrá el viejo Valdivia?, pero estese pendiente, no se deje engañar, es una persona de peso en su comunidad y muy inteligente. Bien, bien.
Intentó adivinar juntando las manos como si fuera a rezar.
– Por supuesto, quiero un informe detallado de todo lo que pase en esa reunión, no es normal lo que le ha sucedido, y ¿en su casa? …
– Sí, señor, eso fue lo que me comentó.
– Bien, retírense a sus obligaciones, pero indique el hueco horario para que no vaya a faltar a esa reunión.
– A sus órdenes.
Ambos se levantaron, y al unísono se dirigieron a la puerta, nada más salir, Montes soltó.
– Boss, esto es importante, más de lo que usted imagina, puede ser un punto muy bueno tener de su lado a una persona como Valdivia.
Pablo pensó que Montes mezclaba el usted con el tú, típico de esta tierra, dependiendo de la situación, cambian de usted a tú.
– ¿Tanto peso tiene?, -preguntó Pablo.
– Sí, de lo que no se entera es porque no quiere. Si está de su lado, puede echarle una mano en información de lo que necesite, pero también le aviso, tenga cuidado, de tonto no tiene nada, pero nada.
– Me imagino.
– No, no se lo imagina, ese hombre ha pasado el calvario, y ahí lo tiene, si él afirma que no, es que no, y nadie se atreve a contradecirle.
– Le vi dos guardaespaldas.
– Él no quiere, me consta, pero su comunidad lo ha obligado, y menudos elementos, los hermanos Ugalde, cosa fina. Temen que le pueda pasar algo, porque cuando hay un problema, y los hay a montones, él es el que dice la última palabra y es justo. Incluso vienen de otras comunidades a pedir su consejo u opinión.
– No me jodas, que es ¿el rey gitano?
– Si tienen uno, sí.
Ahora si estaba un poco inquieto con la cita.