114 Despedida y Cierre

Luis toma café en el centro, a su lado, Nieves que hace lo propio con chocolate, y dos platos de churros, no tiene conocimiento con ellos, se está poniendo de morirse.

– ¿No sientes pena por el abuelo?

             Nieves para de comer, lo mira.

– ¿Es en serio?, ¿después de lo que me he enterado que hizo y porque lo hizo?

-No, supongo que no.

-Además, ¿has visto como me ha mirado la abuela?, la vez que lo ha hecho, -sonríe, – que puerca, que se muera, y mi tío, y mis primos…

-No seas así.

-Me han tratado siempre como si fuera una desgraciada, una recogida, no se acercaban a mí, ni para pegarme, que hijos de p…

-Déjalo, que te subes y te cuesta bajar, como a tu madre.

-Bendita sea, -continúa comiendo churros.

             Luis mira la iglesia de San Hipólito, el ultimo parecer de su suegro, una de las iglesias más antiguas de la ciudad, donde yacen enterrados reyes de España, ¿qué más hubiera podido pedir?

-Por cierto, -para Nieves mientras se limpia la boca sucia de chocolate y aceite de los churros, ¿qué pasa con Paloma?

– ¿Qué quieres que pase?

-Desde luego, o eres tonto, o muy listo.

– ¿Qué quieres decirme?, Nieves.

-Sola, abandonada en el quicio o tanta desgracia es vicio, buena gente, guapa, preciosa, diría, cristiana, te quiere como loca, y tú con la cara de no enterarse de nada.

– ¿Qué quieres que haga?

– ¿Te gusta?

             Luis para unos segundos, asiente con la cabeza.

-Claro.

-Pues, ¿qué haces que no le atacas?

-Que, ¿qué la meta en la vida de un viejo aburrido?

-Al que tiene en un pedestal.

-Sí, pero, ¿y tu madre?

-Deja a la pobre, que está muerta.

-Si tienes razón, pero…

-Mira que tienes excusas, la siguiente es que me tienes a mí, puesta como impedimento.

             Luis la mira asintiendo.

-No digas tonterías, me gustaría que terminara de criarme, así la criaría también a ella, impidiendo que el sátiro de mi padre fuera a por ella…

-No seas así, sabes que…

-Eres un hombre, nada de novia, que te conozco, anillo, de los de pasta.

– ¿Estás loca, casarnos?

             Nieves asiente con la cabeza.

             Luis calla.

-Ya no es tan extraño, verdad, Anciano, una tía como ella, lista, médico ya mismo, que te ama con locura, que te puede dar la vida que te falta, una madre a mí, ¿qué fallo tiene, que no seas tú?

-Sí, supongo que sí.

– ¿Que vas a hacer, indeciso padre?

-No sé.

-Pues cuando lo pienses, se puede haber convertido en imposible, piénsalo bien, pero no mucho tiempo, ¿puedo pedir más churros?

-Sí, polilla, que eres una polilla.

             Luis se queda pensativo, mientras enciende el cigarro, que aun siendo temprano, no sabe qué número hace, además de que le da igual.

             Nieves se ha quedado en casa estudiando, empieza en una semana, se lo toma en serio, como Paloma, que está en la biblioteca de la facultad, y él está en lo de Conchi, no hay casi nadie, es de los últimos coletazos de un buen tiempo que termina como todo, y deja paso al mal tiempo, no solo atmosférico, sino al del trabajo a destajo, de los problemas, de las peticiones, de los días interminables…, lo de siempre, así que…, y le cuesta trabajo.

             Ve la figura de Paloma, nota como las pulsaciones se disparan, y piensa como puede ser así, se enfrenta a una operación de las complicadas, sin que el pulso se le altere, pero hoy…

– ¿Me puedo sentar?, -le pide con una sonrisa.

             Serio, Luis le señala la silla de al lado.

-Que serio estás, ¿pasa algo malo?

-No, no es eso, quería hablar contigo.

– ¿Ha pasado algo malo?

-No, mujer, no.

-Es que con esa cara…

-No tengo otra, Paloma.

-Pues dime.

-El caso, es que quería hablar contigo…

-Ya lo has dicho.

– ¿Puedes no interrumpirme?

-Tienes razón, continúa.

-El caso, es que llevo dándole vueltas a la cabeza, sobre ti, sobre nosotros, -la cara de Paloma se pone colorada como si tuviera calentura-, el caso, es que sabes que soy un viudo con su mujer muerta rondando en la cabeza, con una hija que tiene tarea, serio, amargado, cansado, demasiado cuadriculado, con el tiempo justo para poder prestarle atención a alguien como tú, pero me gustaría, que…

-No sigas, si solo es lástima, porque…

-No seas tonta, si no me gustaras, no me movería, creo que conoces lo que me cuesta cambiar mi vida, pero te veo, y quiero cambiarla, no sé cómo será el futuro, sé de la sombra de mi mujer, no te lo voy a ocultar, lo ogro que soy, pero sí, me gustas.

             Paloma agacha la cabeza.

– ¿Y eso quiere decir?

-Levanta la cabeza.

             Paloma lo hace, Luis tiene en la mano un anillo en el que la piedra es enorme, no entiende, pero lo sabe, como si lo llevara en los genes.

– ¿Te quieres casar conmigo?

             Paloma se levanta, Luis se sorprende, cree que ha perdido, pero Paloma se coloca de rodillas, paralelo a él, y le coge la cabeza con las manos, lo besa, le aprieta tanto que siente el sabor de la sangre, pero le da igual, es calor humano, certeza de que lo acompañará, si, la tarde se ha puesto perfecta.

             Paloma retira la cabeza, le pone la mano, Luis le coloca el anillo.

– ¿Cuando?

-Cuando quieras.

-Lo más rápido posible.

-No hay prisa, Paloma.

-Para ti, quizás, yo soy una mujer, quiero, ya sabes, -sonríe-, te deseo.

-Qué mala eres, -sonríe Luis, que siente como el hombre que lleva dentro de enerva-, si, supongo que tendremos que casarnos rápido, ¿cómo se lo decimos a Nieves?

-Ya lo sabe, vio el anillo ayer, me llamó por teléfono, solo esperaba que no fuera para otra o un regalo de amistad o lo que fuera, -se mira el anillo-, señora de Monforte.

-Sí, de San Luis.

-Gracias.

– ¿Por qué, Paloma?

-Si no te conociera, con la muerte de mi madre me hubiera quedado sola, sin ti, -le aprieta la mano-, no sé, no quiero saber.

-Pues olvídalo, ya sabes, me sigues debiendo lo que te he dado de la carrera.

-Sí, que te voy a sacar hasta los higadillos.

-Tú no eres así.

-Pero Nieves sí, tenemos un acuerdo de comisiones del dinero que te saque.

-No me extraña lo más mínimo, -Luis mira alrededor, todo se ha ido llenado de gente, Paloma levanta las manos y con los dedos de una mano, señala el anillo en la otra, sonríe, algunos aplauden.

FIN

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