
Luis mira por el ventanal, apenas son las cuatro de la mañana, ni dos horas ha aguantado en la cama, cogió el sueño a pesar del tinitus, de que lo vuelve loco, pero apenas unas horas después, pocas, los ojos como platos, más tarde, una manzana, nunca fuma con el estómago vacío, así que después de comerla, el cigarro, el sempiterno cigarro, signo de que es de carácter flojo, o que… ¿Qué más da?, el caso es que allí está, viendo como la noche lo tapa todo, incluso las farolas que quieren llevarle la contraria.
– ¿Puedo acompañarte?
No se vuelve, sabe que es Paloma.
– ¿Qué haces que no estás dormida?
-Como tú, supongo, ¿me das un cigarro?
-No, no te lo doy, ¿quieres un vaso de leche?
Luis mira a la muchacha, incluso recién levantada es guapa, más bien se le cae la cara de guapa.
Ve como asiente. Un momento después tiene el vaso en la mano.
– ¿Qué te pasa, Paloma?
La chica se encoge de hombros.
– ¿La cama que es pequeña y mi hija no te deja dormir?
-No, no es eso, bendita Nieves que me deja que esté con ella.
-Sí, Paloma, no es por decir nada, pero en casa de un viudo…
Paloma sonríe.
– ¿Con el peligro que tienes?
Luis sonríe, sabe cómo decir las cosas sin ofender.
-Eso lo sabes tú, pero el que lo vea desde afuera…
-Pues que mire lo que quiera, me da igual.
-Eres joven, no tienes por qué echarte la fama que la maldad de la gente…
– ¿Me vas a echar de tu casa?
-No seas ridícula, no por mí, -sonríe Luis-, ¿tú has visto la mala leche que tiene mi hija?
-Es un caramelo, incomprendido, con una boca que ahí se queda, que gracias a dios está cambiando sus hábitos de higiene, que está volviendo a ser una gran estudiante, ¿qué más quieres?
Luis sonríe, le da una calada al cigarro.
– ¿Sigues con el tinitus?
Luis asiente.
-Sí, es mi condena, salió porque le dio la gana, moriré con él, la ciencia avanza, el tinitus se lo pasa todo por el arco del triunfo, pero eso no es importante, ¿qué vas a hacer con tu vida?, Paloma.
-No sé, es que…
-Por supuesto, -corta Luis, que se imagina que va a decir-, cuenta con el dinero que tienes asignado.
-No quiero aprovecharme…
-No me jodas, perdona, ya sabes de dónde le viene a mi hija la boca que tiene, el caso, que termines la carrera, después en el MIR coges pasta, haces lo que te dé la gana, mi casa tiene las puertas abiertas si necesitas algo, ¿lo tienes claro?
Paloma asiente.
– ¿Crees que aprobaré el MIR?
-Si no aflojas, sí.
– ¿Y si me toca lejos, si no puedo llegar a quedarme aquí?
-Pues nada, alquilas un piso cerca de donde te toque, te ayudaré, después la mejor cirujana, y a devolver la pasta con intereses, me dedicaré a vivir de las rentas.
Paloma lo mira.
– ¿Cómo te lo podré agradecer…?
-Salva tantas vidas como puedas, eso se lo debemos a los demás, si alguien estudia la carrera, que son la mayoría, para ser alguien, para ganar dinero, no son médicos, solo son…, ni sé que son, pero no seas de esos, todos los médicos somos unos imbéciles, no seas de esos, no seas dios, solo alguien que ayuda a los demás.
-Te lo juro.
-Vaya con los novios, que no dejáis dormir a nadie.
Nieves se echa todo lo grande que es sobre Paloma.
-Mira que eres pegajosa, -le suelta Paloma.
-Lo que tú digas, pero no me dejes sola, me he acostumbrado a que estés conmigo, no me digas que te vas a una casa solitaria, fría, abandonada, que te he oído, teniéndome a mí, que digo los tacos más cariñosos al este de Cantarranas[1].
Paloma sonríe, le coge la cara.
-Mi niña, que la voy a tener que matar un día, eso sí, con cariño.
– ¿Que hacéis despiertos?
Nieves se despereza sin vergüenza ninguna.
-Tu padre que no puede dormir, yo que tampoco, ya sabes.
-No, no sé, no me lo expliques, me voy a la cama, dormid, aprovechad.
Nieves se levanta, se marcha.
– ¿Que hará en esta vida?, Paloma.
-Lo que quiera, es inteligente, con carácter, si no se tuerce…
-Sí, pero yo no sé cómo hacerlo.
-Es más lista que tú, -le responde Paloma-, que yo, no te preocupes, ¿qué haces mañana?, quiero decir hoy, -señala la oscuridad de la noche.
-Operar, el nuevo equipo va bien, faltan cosas, pero ya sabes, la repetición es la llave de la maestría.
-Y que lo digas, pero aburre.
-Pues cuando tengas que tirar de un equipo, me lo cuentas, es difícil manejar a las personas.
-Pero, el alma de la operación eres tú.
Luis enciende otro cigarro.
-Sí, lo que tú digas, pero ya sabes, o sabrás que puedo hacer lo que quiera, pero solo, no, -niega con la cabeza-, necesito a gente que me cubra, que este pendiente, que… -sonríe-, mil cosas, que al final son cuestión de práctica, y tú, -la mira-, ¿qué vas a hacer mañana?, -también señala la oscura ventana-, mejor dicho, hoy.
-No sé, iré a casa, limpiaré, tengo que empezar a quedarme allí.
– ¿Sola como la una?, no es necesario, ya sabes que Nieves te quiere con locura.
-Ya lo sé, pero de todas maneras sigo sola, -suspira-, mi pobre madre…
-Sí, más sola, pero no sola, estamos nosotros.
-Lo sé, pero…
-Sí, cuando los padres se van…
– ¿Una pregunta?
-Dime, -le responde Luis.
– ¿Quién te va a limpiar la casa?
-No lo sé, ya buscaré a alguien.
– ¿Te importa que me haga cargo?, aún no han empezado las clases, me gustaría, -miente-, por Nieves.
-No quiero aprovecharme…
– ¿De la que le pagas la carrera?, no me cuentes cuentos, Luis.
-Inténtalo, pero sin cargarte, no doy mucha faena, pero ya sabes, soy un poquito puerco.
– ¿Un poquito?, Luis.
-Es que me tengo cariño.
-Se nota.
[1] Arroyo de Córdoba.