
-Dime madre, te veo cansada.
Visi la mira, sonríe con las pocas fuerzas que tiene.
-Cariño, no estoy bien, es más, estoy en las últimas.
Paloma sonríe, su madre tiene un humor negro que algunas veces le dan ganas de matarla.
-Sí, hasta Luis me ha dicho que lo tienes abandonado, que si ha hecho algo.
Visi intenta sonreír, pero no puede.
-Que buena gente es, ¿cómo vas con él?
– ¿Qué quieres decir?
– ¿Te hace caso como mujer?
-No el que yo quisiera, pero…
– ¿Y la niña?
Paloma sonríe.
-Una pedorra, mamá, pero adorable, dentro de que es un escorpión de los malos, sí, me cae bien.
-Me alegro, el caso, es que no estoy bien.
– ¿Llamo al médico?
-No, tengo a la mejor del mundo, -le aprieta las manos-, pero creo que tengo que hablar contigo.
– ¿De qué?
– ¿Y si me voy?
– ¿Adónde, madre?
-Mira que eres tonta, que si me muero.
-Cállate, que tienes ese humor que te mataba.
-No es broma.
-Pues me voy a la última planta y me tiro.
-Dos veces, bonita, que la altura…, en serio.
-No quiero pensar en eso.
-Por favor, hazme ese favor.
-No sé, depende de Luis, si me sigue pagando la carrera, que no sé, no quiero abusar.
-Abusa, abusa, cuando ejerzas, le pagas el doble, pero termina.
-No sé si podré, se me cae la cara de vergüenza.
– ¿Y de que esta colada por él, sigues así?
Paloma siente.
-Pues a por él.
-No pienso hacer la guarra.
-No he dicho eso, -le da una torta en el brazo que ni suena-, no tiene fuerza.
– ¿Qué quieres que haga?
-Que te cases con él.
-Me lo tendrá que pedir, -una sonrisa de compromiso-, qué más quisiera.
– ¿Si te lo pide?
-Me muero de felicidad.
-Pues prométeme, que, si te lo pide, aceptarás.
– ¿Que sabes, madre, que yo no sé?
-No sé nada, salvo que la vida…
Visi cierra los ojos.
-Madre, -Paloma la zamarrea, algo no va bien, es casi médica, pero no, es su madre, no está enferma, nunca lo está-, madre, -continua, le coloca dos dedos en la carótida, nada, es imposible, los dedos en la nariz, como hace mil años, menos, le falta el espejo, pero no es necesario, sabe que se ha muerto.
Sin saber porque, sin darse cuenta, toma el teléfono, llama, no sabe ni que lo tiene en la mano.
– ¿Luis?
-Dime, guapa, ¿qué quieres?
– ¿Puedes venir?
– ¿Adonde?
-A casa, mi madre ha muerto, no sé qué hacer.
-Tranquila, guapa, tranquila, ahora mismo voy.
Está en su casa, acaba de llegar, entra en el dormitorio de Nieves.
-Niña, la madre de Paloma acaba de morir, pide comida si tienes hambre, no le abras a nadie…
– ¿De verdad…?
-Sí, cariño, sí.
-No la dejes sola, es demasiado buena, que no se rompa.
Luis asiente y sale disparado.
La puerta está abierta, entra, en el sofá, una Paloma que en silencio llora, las lágrimas le caen por la cara, no se mueve, solo tiene las manos cogidas de la madre, que está a su lado, que, salvo el color, parece que duerme plácidamente.
Luis la toma de los hombros, la levanta, la deja en el sillón de una plaza, la chica solo lo mira.
-Luis, estoy sola, sola.
-No, no estás sola, no te preocupes.
Toma el teléfono y llama a una ambulancia con médico, indicándoles que es un fallecimiento, quiere que emitan el certificado allí, no más historias, conoce el paño.
Diez minutos con las manos de Paloma cogidas, que descansa la cabeza en su pecho, pero que no habla, solo llora.
Médicos, sanitarios, certificar, ponen distancia, es una barriada humilde, ellos van allí como salvadores, hasta que Luis los pone en su sitio, después, todo miel sobre hojuelas.
Luis levanta a Paloma cuando, todos se han ido.
-Dúchate, ponte ropa oscura.
– ¿Por qué?, no es importante.
-Hazme caso, vamos al tanatorio, después las misas, después, ya sabes…
-No, no sé.
-Yo, si, lávate a conciencia, no sabes cuándo tendrás otra ducha, te refrescará, quedan días duros.
Paloma lo coge de las manos, los ojos que lo miran son grandes, tan grandes que parece que no le cogen en la cara.
-No me dejes sola.
Luis niega.
-Me tendrían que matar.
Paloma se abraza a él, es un largo instante, después se mete en su cuarto, Luis abre la ventana, se sienta en el sillón, enciende un cigarro.
Paloma sale, a pesar de la oscuridad de sus ropas, refulge como una moneda de oro, se da cuenta, de que no es indiferente, la chica lo coge de las manos.
– ¿Dónde vamos?, Luis.
-Al tanatorio, hay que arreglar papeles.
-No sé…, sí, lo haré.
– No es necesario, lo haré yo.
Paloma va a uno de los cajones saca, unos papeles.
-El seguro de defunción, como lo he odiado toda la vida, pero aquí está.
– ¿Enterramiento o cremación?
-Lo último, al final se convenció, -no puede contenerse, llora como si se estuviera muriendo, Luis la agarra, se echa sobre su pecho, un buen rato hasta que se recupera.
Amanece, Luis permanece a su lado, Paloma se encoge sobre él, que no se mueve.
– ¿Que va a ser de mí?, Luis.
-No te preocupes, no pasará nada, cuidaré de ti.
Continúa llorando.
– ¿No tienes familia?
-Supongo que sí, pero nunca la he conocido, mi madre no tenía hermanos, mi padre, fue repudiado por la familia, que es del norte, ¿qué quieres que le haga?, más sola que la una.
-No, nos tienes a nosotros, a Nieves y a mí, verás lo que tarda el mico en llegar.
-Pues que no se quede, que esto no es para una niña.
– ¿Y qué hace?, está de vacaciones.
Paloma lo mira, es la imagen de una dolorosa de refulgentes ojos verdes.
-No lo sé, pero esto, -mira alrededor-, es un lugar de dolor, no sé para qué hemos cogido esta habitación, no vendrá nadie.
-Vamos a desayunar, te hace falta, después, todo será más duro.
-No creo, -intenta sonreír-, casi nadie vendrá.
-No lo sabes, a desayunar.
Luis la arrastra hasta la cafetería que está abriendo sus puertas, conoce el movimiento de la muerte, ya lo ha vivido, y salvo excepciones no ha variado con el tiempo, no como el resto de la sociedad, suspira, si, la vida cambia, la muerte tiende a continuar igual.
Luis mira la cama de Nieves, allí descansa la chica acurrucada en su hija, que es más pequeña, pero da igual, el caso es que descansa, sale a la terraza, fuma como un descosido, ha sido duro, por suerte para los recuerdos de Paloma fueron muchos de sus compañeros, de sus amigos, de gente del barrio, lo suficiente como para hacerle pensar que era alguien valorada, en el entierro, unos faltaron, otros se añadieron, bien, suficiente, más que eso, el caso es que puede dormir, aun sabiendo, mejor dicho, si saber que será de su futuro, mientras que Luis echa volutas de humo, sintiendo que su cabeza parece un remolino.