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-A la paz de dios.

             Luis levanta la vista, es el padre Eusebio que lo mira con una sonrisa.

-Que, ¿a pegar la gorra?, cura guerrillero.

-Como lo sabes, rajapersonas.

-Siéntate, querrás cenar.

-Supongo que sí, -mira a las dos mujeres.

-A ti, Nieves, te veo poco, se me ha olvidado tu cara, no apareces por la iglesia así te lo mande el médico, que en este caso es tu padre, ¿no te manda?

             Nieves niega con la cabeza.

-No, ya sabe, padre, que él, es meapilas pero de segunda, la de primera, es la que tengo al lado, la que acaba de terminar el curso como primera de la clase.

             Eusebio, sonríe.

-Enhorabuena, no vienes ya tanto por la iglesia, -señala las bolsas-, me alegro de que os llevéis bien, el que paga es el médico, eso está bien, también, siempre que no escatimes con la iglesia.

– ¿Tienes alguna queja?, chantajista con sotana, -pregunta Luis.

-No, -niega con la cabeza-, de momento no, pero han surgido…

-No me cuentes historias, que cada vez que hablas me cuesta el dinero.

-Como tiene que ser, -sonríe el sacerdote-, que la cosa esta cada vez peor.

-Haré lo que pueda, -responde Luis.

-Paloma, -pregunta Eusebio-, ¿cómo está tu madre?

-Mucho mejor, Luis, que es un santo, hace que esté tranquila, paga todos los meses a su hora, creo que es el único español que lo hace.

-Y que lo digas, Paloma, en cuanto a ti, Nieves, ¿lo de confesar…?

-No tengo pecados, padre, no salgo, solo estoy con esta, que es un muermo, mi padre un santo, ¿qué quiere que le diga?, ganas de pecar, si, ¿oportunidades?, ninguna, solo la cola, que es un vicio.

             Eusebio sonríe, mira a Luis.

-No te queda nada que pasar, se te ha metido un bicho en casa.

-Y que lo digas, pero es lo que hay, así que cenemos, que el imbécil de Luis, como siempre, es el que paga.

-Amen, -es la última palabra de Eusebio, que sonríe con malicia.

             Alfredo se sienta después de haberse servido un buen pelotazo de whiskey de la mejor calidad, cincuenta años, que a fin de cuentas son menos que los que tiene.

-Padre, ¿cómo has dejado que el matasanos se la lleve?

-Pareces tonto, Junior, nos hubiera jodido la jueza esa, la que te gusta tanto.

-No me gusta, padre, es que está buena, -sonríe-, que pedazo de tía, pero que hija de puta.

-Sí, el caso, es que la niña que apenas aprobaba, ahora es la numero uno de la clase, -mira a su esposa-, ¿eso cómo nos deja?, Adela.

-Como si la hubiéramos tratado como a una chacha, -bebe de otro vaso de whiskey-, le gusta tanto como a su marido, nunca lo hará en público, pero en privado…, ¿qué me quieres decir con eso?

-Nada, que no me gusta perder ni en los entrenamientos, la hemos cuidado como si fuera nuestra hija, nunca nos ha prestado atención, -sonríe-, como su madre, el caso, es que se va con el padre y todo perfecto, como si…

-Te repites, padre, ¿qué vas a hacer?, -le pregunta Junior.

-No sé, pero no me gusta que el mecánico…

-Sí, padre, no te eternices, -sonríe de nuevo su hijo-, ¿qué vas a hacer?, es fácil la pregunta.

             Alfredo sonríe.

-Supongo que el nivel de vida que tienen está bien, sigue con las dos manos, el caso es que la niña es menor de edad, sigue siéndolo, así que el hecho de que vuelva a su casa… -sonríe con maldad.

-Que pretendes, Alfredo, secuestrarla, la juez es una hija de puta, se irá a por ti con todo, es ganas de jugar con el diablo, -e advierte su esposa.

-Querida, ¿dejo que se rían de nosotros, incluso la imbécil de tu nieta, a la que hemos cuidado durante tantos años?

-No es eso, querido, solo que lo pienses bien.

-Mientras actúan o no actúan, -vuelve a sonreír con maldad-, la niña a un colegio de Suiza, después que busquen, entre una y otra, la niña recuperara la lucidez, y si no lo hace, -nueva sonrisa-, mala suerte.

             Junior sonríe.

-Sí, siempre la niña se ha parecido a su madre, la que no quería vernos ni en pintura, ahora que la eduquen bien en Suiza, sería hacerle un favor, que nunca sabría cómo pagarnos.

-Efectivamente, Junior, -sonríe Adela-, efectivamente, nunca sabría cómo agradecérnoslo, que es necesario meter cordura en esa cabeza, tan dura como una piedra.

             Alfredo levanta el vaso.

-Por los viajes a países que están lejos de aquí.

             La esposa y su hijo levantan la copa, son bastantes similares, no como Nieves, a la que nunca comprendieron, mucho menos a su hija, de la que piensan que solo ha vivido del cuento, y que con el carácter que tiene, combativo, no llegará a ningún lado, todo es para el bien de la niña, para ellos es tan fácil creerlo…

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