
Luis está en el bar de Conchi, lleva un buen rato, estaba, está cansado, pero ahora con la sombra, casi en la penumbra de un oscurecer magnífico, con una cola en una mano, un cigarro en la otra, se está perfectamente, podría dormirse y completarlo, pero no es eso.
Espera a su hija y a Paloma, que han quedado, terminados los exámenes, en ir a comprar ropa para Nieves, que al final también comprará para Paloma, esas son sus órdenes, cuando realmente hará lo que le dé la gana, como su madre, y le gusta, dentro de un orden, pero si, está bien que tenga carácter, solo espera que no salga el lado salvaje, aunque parece que no es lo que está sucediendo.
Las ve venir, riéndose, dándose con las bolsas de las que vienen cargadas, y ve que está bien que estén juntas, y si…, pero se niega con la cabeza, no, no puede ser, el caso, es que una chica que estaba a punto de dejar la carrera, ahí está, dándole sopa con honda a todos los pijos de padres ricos, y una niña abandonada, ahora es alguien que sí, que merece la pena, que sonríe, que parece que es feliz, si, la vida algunas veces da cosas buenas, solo espera que dure, o por lo menos que la caída no sea muy dura, sonríe con tristeza al pensar en cómo la vida lo ha transformado en alguien pesimista, casi negro.
Se sientan como si hubieran ido al Everest, dos colas que caen del tirón, después vendrán más, ni lo tienen en cuenta, como si no existiera, se ríen con sus bromas privadas que comentan tan bajo que entenderlas sería padecer una inflamación crónica del oído.
-Paloma, ¿no me tienes nada que decir?
La chica lo mira, mueve la cabeza negándolo.
-No, que yo sepa no.
– ¿Y las notas?
-Aún no han salido, si las supiera…, -sonríe-, quizás te lo hubiera comentado.
Luis le pone delante de la cara el móvil.
– ¿Qué es?
Se acerca, lo mira con atención.
-No me jodas.
Luis asiente.
-Sí, querida, son tus notas, asignatura por asignatura, con el cómputo total por puntos, si, la primera, pero por los pelos, -mueve la cabeza-, no sé qué…
Paloma le coge la mano, y grita casi.
-La primera, la primera, que no lo tenía claro, que alegría, que alegría, pero, ¿cómo…?
-Recuerda que sigo trabajando de guardia de seguridad.
La chica se echa hacia atrás, se deja caer todo lo larga que es.
-Madre mía, lo he conseguido, que hay dos elementos que me siguen en cola, pero, aunque sea por décimas, por milésimas, lo he conseguido, -mira a Luis, sonríe-, un trato es un trato.
Nieves se le abraza, Paloma la besa.
-Pequeña, que sepas que estás abrazando a la más insigne de las cirujanas del mundo mundial.
-Ya será menos, foca.
-Sí, y tu pez globo.
Ambas ríen, Luis las mira con satisfacción.
-Querida Nieves.
-Dígame, anciano.
-Me ha llegado un correo de unas monjas facinerosas.
-Las putas monjas.
Esa boca.
-Sí, que es mentira.
Luis mueve el móvil, se oye pitar el móvil de Nieves que lo toma, lo mira y pone cara de sorpresa.
-La leche, un nueve con veinticinco, increíble, si, -mira de nuevo-, Nieves Monforte, -se toca el pecho con un dedo-, si, es la nena, pedazo de notas.
-Sí, para en el primer trimestre una media de cinco con cuarenta, no está mal, -asiente Luis-, enhorabuena.
-Anciano, -sonríe con maldad Nieves-, me he ganado, nos hemos ganado un regalo fastuoso digno de las mil y una noches.
-Sí, más o menos tres años de soledad.
-Mira el anciano, Paloma, lee cosas que no son de rajar a las personas.
Paloma sonríe, le toma de la cara.
-Anda, bruja pez globo, no aprietes, yo no quiero nada.
-No seas mentirosa, tú quieres algo, pero no quieres pedirlo, sácale la pasta al anciano, tiene mucha, pero es un rata.
Luis las mira.
– ¿Qué queréis?
-Ves, -comenta a Paloma Nieves-, podemos sacarle lo que queramos, yo una moto.
-Ni loco, pide otra cosa, y lo pensaré, un día te voy a llevar a urgencias, a las del universitario, que son las más concurridas, para que veas lo que le pasa a un cuerpo al que ha revolcado un coche, al que ha destruido un camión, un quitamiedos…
– ¿Así tienes que ser de malo?, hubiera bastado, con, “querida hija mía que tu padre no sufra”, no te hubiera hecho caso tampoco, pero me vale, estoy pensando, lo del regalo no caduca.
-No, no caduca, y tú, Paloma, ¿qué quieres?
-Nada, Luis, estoy satisfecha con haber cumplido mi promesa…
-Déjate de romances, que te lo mereces, algo caro, que no haya que pagar a plazos, pide por esa boca.
-No quiero abusar.
-Pide, y te diré si abusas.
-No lo sé, -comenta Paloma con mirada abstraída.
-Cuando lo sepas me lo dices, tu, bruja de las Nieves, ¿qué me dices?
-Me pido tiempo como Paloma, la tonta de goma.
– ¿Otra cola?, pez globo.
Nieves asiente.
-Pedazo de palo que te hemos pegado en la tarjeta, -señala las bolsas-, hay tapaculos para parar a un regimiento.
-No me importa, te lo descontaré de la paga y tan contento.
-Sí, pues no voy a ver dinero en meses, más bien en años.
Luis las mira, sigue con sus bromas, si, se está bien en el barrio olvidado a la hora en que la oscuridad toma el control de las luces, sentados en la tierra regada, con una cola en una mano, y en la otra un cigarro.