
Paloma despierta a Nieves, que ronca como un animal.
– ¿Qué pasa?, -pregunta con la cara hinchada.
-Qué noche me has dado, llorando y roncando.
-Es lo que tenemos las hijastras, malas, malas, -intenta sonreír-, joder, como me duele la cabeza.
Paloma le acerca un vaso de café, al verlo la chica sonríe.
-Te quiero, madrastra.
-Es descafeinado, eres demasiado joven.
-Aun así.
-Te he cogido unas bragas, que guarra eres, ¿no te da vergüenza?
-Si alguien las viera, tampoco, soy como tú, pero espero llegar rota a la edad que tienes.
Paloma sonríe.
– ¿Y mi padre?
-Ha salido, volverá pronto.
– ¿Ni los sábados?
Paloma niega.
-Tu padre controla a mucha gente, es la leche, el mejor médico.
-Las babas, madrastra.
-Déjate de bromas, que como te oiga tu padre…
-Pues nada, se entera de que su querida hija, la abandonada, ha encontrado el sostén que necesitaba en los brazos de la meapilas de Paloma, -le giña-, la primera noche en casa del médico, no está mal.
Paloma mueve la cabeza.
-Estás podrida, te tendré que enderezar.
-Puedes intentarlo, -se abraza a Paloma-, de verdad que quiero que te ligues a mi padre, de verdad.
Paloma se separa.
-Anda, dúchate, que hueles que tiras de espalda, lo de la higiene…
-Se corrige con rapidez, no hay problema, era una forma de joder a mi abuela.
-Y a cualquiera.
La chica se levanta, se despereza y lanza un cuesco.
-Que guarra eres, Nieves.
-No, querida madrastra, la naturaleza que tiene que seguir su curso.
-Sí, lo que tú digas, como hiedes.
Se ha comido cuatro tostadas, tiene los morros llenos de mantequilla, de mermelada, Paloma se los limpia.
-Creía que no lo ibas a hacer.
-Que tienes pelos en el potorro, Nieves, no me seas niña chica.
Nieves, la toma de la mano.
-Quiero todo el cariño del mundo, quiero abrazos, besos, amor incondicional…
– ¿Y yo que obtengo?, -pregunta Paloma con una sonrisa.
-Picarona, que lo sabes, el médico en bandeja, pero dejemos las cosas claras, somos jóvenes, ya sabes, hay que darme cuerda larga, que…
-Y una mierda, ya sabes, el carnet de meapilas.
– ¿Con el cura que da miedo?
Paloma asiente.
-Joder, que cruz, ¿no hay más tostadas?
-Si te las haces tú…
-No sé.
-Pues no hay tostadas.
Luis que aparece por la puerta, las mira.
– ¿Puedo pasar?
Paloma se corta, Nieves lo mira.
-Padre, ¿qué pasa ahora?
– ¿Qué quieres decir?
-El puerco del abuelo me ha echado, es definitivo, ¿me vas a largar tú?, ¿cómo continúa mi vida?, ¿en la zozobra, sin saber dónde acabaré, como siempre?
Luis niega con la cabeza.
-Lo que tú quieras, ¿qué quieres?
-Quedarme contigo, me dijo la tía buena que podía hacerlo, que ella…
– ¿Conoces a Guiomar?
Nieves asiente.
-En ese caso, que sepas que todo es gracias a ella.
– ¿Quién es Guiomar?, -pregunta Paloma.
-Una tía que está que se cae de buena, jueza, que me ha… -mira a Paloma, se da cuenta-, nada, Paloma, una mujer que le debe un favor a mi padre.
La chica no dice nada, Nieves sabe que ha metido la pata.
-Me voy, hasta luego.
– ¿Dónde vas?, Paloma, -pregunta Luis.
-Mi madre, tengo que ir a casa, la llamé a última hora, no estaba muy convencida, si llego más tarde…, -sonrisa.
Nadie dice nada, cuando sale, Nieves pregunta.
– ¿Qué piensas de Paloma?, que es una maravilla de muchacha.
-No, padre, es un pedazo de mujer, de las que tienen ya todo hecho, -mueve la cabeza-, ¿o estás por la Guiomar esa?
Luis sonríe.
-No seas tonta, yo estoy en lo mío, que es operar, mi profesión.
-Y supongo que yo también, o eso espero, pero que la vida no tiene que pararse ahí.
Luis asiente, se ha dado cuenta de golpe, de que su vida va a dar un giro de ciento ochenta grados.