98 En Casa

Paloma despierta a Nieves, que ronca como un animal.

– ¿Qué pasa?, -pregunta con la cara hinchada.

-Qué noche me has dado, llorando y roncando.

-Es lo que tenemos las hijastras, malas, malas, -intenta sonreír-, joder, como me duele la cabeza.

             Paloma le acerca un vaso de café, al verlo la chica sonríe.

-Te quiero, madrastra.

-Es descafeinado, eres demasiado joven.

-Aun así.

-Te he cogido unas bragas, que guarra eres, ¿no te da vergüenza?

-Si alguien las viera, tampoco, soy como tú, pero espero llegar rota a la edad que tienes.

             Paloma sonríe.

– ¿Y mi padre?

-Ha salido, volverá pronto.

– ¿Ni los sábados?

             Paloma niega.

-Tu padre controla a mucha gente, es la leche, el mejor médico.

-Las babas, madrastra.

-Déjate de bromas, que como te oiga tu padre…

-Pues nada, se entera de que su querida hija, la abandonada, ha encontrado el sostén que necesitaba en los brazos de la meapilas de Paloma, -le giña-, la primera noche en casa del médico, no está mal.

             Paloma mueve la cabeza.

-Estás podrida, te tendré que enderezar.

-Puedes intentarlo, -se abraza a Paloma-, de verdad que quiero que te ligues a mi padre, de verdad.

             Paloma se separa.

-Anda, dúchate, que hueles que tiras de espalda, lo de la higiene…

-Se corrige con rapidez, no hay problema, era una forma de joder a mi abuela.

-Y a cualquiera.

             La chica se levanta, se despereza y lanza un cuesco.

-Que guarra eres, Nieves.

-No, querida madrastra, la naturaleza que tiene que seguir su curso.

-Sí, lo que tú digas, como hiedes.

             Se ha comido cuatro tostadas, tiene los morros llenos de mantequilla, de mermelada, Paloma se los limpia.

-Creía que no lo ibas a hacer.

-Que tienes pelos en el potorro, Nieves, no me seas niña chica.

             Nieves, la toma de la mano.

-Quiero todo el cariño del mundo, quiero abrazos, besos, amor incondicional…

– ¿Y yo que obtengo?, -pregunta Paloma con una sonrisa.

-Picarona, que lo sabes, el médico en bandeja, pero dejemos las cosas claras, somos jóvenes, ya sabes, hay que darme cuerda larga, que…

-Y una mierda, ya sabes, el carnet de meapilas.

– ¿Con el cura que da miedo?

             Paloma asiente.

-Joder, que cruz, ¿no hay más tostadas?

-Si te las haces tú…

-No sé.

-Pues no hay tostadas.

             Luis que aparece por la puerta, las mira.

– ¿Puedo pasar?

             Paloma se corta, Nieves lo mira.

-Padre, ¿qué pasa ahora?

– ¿Qué quieres decir?

-El puerco del abuelo me ha echado, es definitivo, ¿me vas a largar tú?, ¿cómo continúa mi vida?, ¿en la zozobra, sin saber dónde acabaré, como siempre?

             Luis niega con la cabeza.

-Lo que tú quieras, ¿qué quieres?

-Quedarme contigo, me dijo la tía buena que podía hacerlo, que ella…

– ¿Conoces a Guiomar?

             Nieves asiente.

-En ese caso, que sepas que todo es gracias a ella.

– ¿Quién es Guiomar?, -pregunta Paloma.

-Una tía que está que se cae de buena, jueza, que me ha… -mira a Paloma, se da cuenta-, nada, Paloma, una mujer que le debe un favor a mi padre.

             La chica no dice nada, Nieves sabe que ha metido la pata.

-Me voy, hasta luego.

– ¿Dónde vas?, Paloma, -pregunta Luis.

-Mi madre, tengo que ir a casa, la llamé a última hora, no estaba muy convencida, si llego más tarde…, -sonrisa.

             Nadie dice nada, cuando sale, Nieves pregunta.

– ¿Qué piensas de Paloma?, que es una maravilla de muchacha.

-No, padre, es un pedazo de mujer, de las que tienen ya todo hecho, -mueve la cabeza-, ¿o estás por la Guiomar esa?

             Luis sonríe.

-No seas tonta, yo estoy en lo mío, que es operar, mi profesión.

-Y supongo que yo también, o eso espero, pero que la vida no tiene que pararse ahí.

             Luis asiente, se ha dado cuenta de golpe, de que su vida va a dar un giro de ciento ochenta grados.

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