
Luis lo ve, es algo extraño, ¿qué hace Galante en el bar de un barrio empobrecido?, es la pregunta del millón que se hace cualquiera, no le falta de nada, seguro que la ropa, toda es de ese año, cara como una hipoteca, sin que haya la más mínima mácula en toda ella.
Se sienta, sonrisa de Galante.
– ¿Qué haces por estos lares?
-Intentar hablar contigo, ¿miras el móvil?
– ¿Francamente?
Galante afirma con la cabeza, Luis niega con la suya, ambos sonríen.
– ¿Qué quieres que te ha hecho venir aquí, con el asco que te damos los pobres?
-Saber.
– ¿Qué quieres saber?
-Donde me estoy metiendo.
Luis lo mira, suspira, no era obligatorio.
-Galante, lo has escogido tú.
-Sí, siguiéndote a ti.
-No lo dudo, pero no me puedes hacer responsable, haberte quedado en el antiguo hospital, eras bien considerado.
-Aquello era, ahora más, una casa de putas…, y cabrones.
Luis sonríe, es raro que Galante utilice ese lenguaje.
– ¿Así estas de quemado?
-Sí, estoy fuera de uno, y en el que voy…
– ¿Que sucede?
-El contrato, lo firmé, ¿Qué está pasando?
Luis coge el móvil, habla con una persona, pero bajito, Galante no se entera de nada.
Un sonido en el móvil de Galante, que lo mira.
-Es la confirmación de mi incorporación al nuevo hospital, ¿Que ha sucedido?
-Nada, cosas mías, quería que optaras por un puesto de más responsabilidad, pero para tu tranquilidad, ahí tienes la confirmación con todo lo que te ofrecieron, me he cuidado de ello, ¿estás más tranquilo?
-Sí, ya sabes, que soy un poco histérico.
-Sí, un poco, seguro, eres una vieja en una orgía.
Galante sonríe, las comparaciones de Luis siempre le sorprenden, a pesar de que la mayoría no las entiende.
-Así que este es tu barrio.
-Años después de miles de operaciones te dignas venir, sí, es mi barrio.
-Un poco cutre.
– ¿Solo un poco?
-No, la verdad, muy cutre.
-Pero se vive bien, no es necesario todo lo que puedes tener, solo lo que necesites.
-Que profundo, ¿qué es, que te quita el sueldo hacienda?
Luis sonríe de nuevo.
-No, tu que vas a lo último, no lo entenderías, con la ropa que llevas, come una familia un año, no lo entenderías, niega con la cabeza, somos esferas independientes, no se ve, no existe, solo eso, yo me crie aquí, los conozco, este barrio y otros incluso más cochambrosos, aun no se me ha quitado el olor a comida grasienta, a bar de los de serrín, de los de jamones colgando, si, Galante, sigo siendo el hijo de un mecánico, ¿tu padre es Registrador de la Propiedad?
-Sí, lo sabes.
-Por eso nunca lo entenderás, no sabes lo que es no llegar a final de mes, que el banco no te de lo que necesitas para continuar comiendo, que tengas que pedir prestado a los tiburones, que te saquen las tripas por veinte euros, que… mil cosas, que son el diario de estos lugares, no tanto, sé que exagero, pero solo en el tiempo, al final suelen suceder, tan solo que no de seguido.
– ¿Por qué no te mudas?, sé lo que ganas.
-No, -se encoge de hombros-, aquí estoy bien, la gente es amable, me saludan, casi todos, el piso es cómodo, no sé porque tengo que mudarme.
-Tus pacientes no saben que vives como un dependiente de cualquier almacén, si lo supieran…
-Pues que no aparezcan, me da igual, menos problemas, yo no he llamado a nadie.
-Que chulo eres.
-Supongo que sí, -suspira-, estoy cansado, he estado a punto de colgar los guantes.
– ¿La decepción del equipo?
-Una de las muchas razones.
-Sí, son unos perros.
-No, Galante, el miedo es libre, yo no tengo ataduras, si me quedo sin trabajo, en este barrio solo me dirán, “otro más al club”, no tengo que pagar una pasta por el coche, por la hipoteca, por los colegios ingleses, por mil cosas que no necesito, ellos no, tienen su vida, necesitan seguir alimentándola, no los culpo, pero la decepción, sí, aun sabiendo lo que te he dicho, no por sabido, es consentido, como se decía antiguamente.
Galante lo mira.
– ¿No me vas a invitar a nada?
-Aquí lo que se come es duro como una piedra, con sus triglicéridos, sus grasas malas, arterioesclerosis de la buena, ¿qué me dices?
-Estoy de comer adecuadamente hasta más para allá, así que pide, si hay que morir, que se muere uno.
-Pues nada, a reventar.
Luis levanta la mano.
-Paco, dos churrascos con mucha salsa y unas patatas a la brava con mala leche.
El llamado asiente con la cabeza, solo sirve para eso, y para jugarse el dinero que gana su mujer, pero si lo llevan bien…, más sabe el loco en su casa, que el cuerdo en la ajena, mira a Galante, y piensa que si se ha equivocado…, sonríe, no pasa nada, nunca pasa nada.