37. Pablo y Rosa. La Profecía

              Dudó un momento después lo admitió la fiscal.

-El caso es importante, podemos arriesgarnos, la vista es mañana, su señoría, el Juez Palacios, no creo que ponga ninguna objeción a que por un defecto procesal el juicio quede nulo.

Ella lo dio todo por hecho.

– Sólo pido, que, si lo consigo, se me informe personalmente de los avances de la investigación.

– ¿Te parece bien, como contacto, Montes?, -preguntó Pablo.

– ¿El gordito?

Ella también lo conocía. El Comisario Jefe asintió con la cabeza.

– Por mí, perfecto, pero pienso como vosotros, mientras menos personas lo sepan, mejor. Es algo importante.

La fiscal estaba de acuerdo en eso también. Miró a Maldonado y le preguntó.

– No quiero buscadores de medallas, quiero un trabajo sólido y bien construido.

– Así será, señora fiscal.

Pablo volvía a estar serio como la muerte.

– Ana, -más sonrisa de la fiscal.

– Pablo, -también en la contestación de Pablo.

– En cuanto a su infiltración, ¿algún problema?, Pablo.

– Por mi parte, ninguno.

Aseguró Maldonado.

              El Comisario Jefe apostilló.

– Creo que está preparado.

Y eso esperaba, aunque no las tenía todas consigo, de hecho, la fiscal volvió a comentar.

-Contacte con Valdivia, quede para mañana por la tarde, y siga sus instrucciones, comuníquemelas y a partir de ahí, tomaré la decisión más apropiada.

              Salieron del despacho, aquello podía ser el espaldarazo definitivo para la carrera del Comisario Jefe, por otra parte, Maldonado parecía competente, y si metía la pata, bueno…, era su problema, pensaba en su caminar el Comisario Jefe.

– Maldonado, a partir de ahora, está usted asignado exclusivamente a este caso, está relevado de todos los demás, Montes estará en su misma situación.

Si la cosa salía mal, que no fuera porque lo agobió de trabajo, pensó el Comisario Jefe.

-Váyase a casa y descanse, no quiero verlo hasta el lunes.

– Señor, el sábado tengo guardia.

– Tenía, olvídese, descanse, aquí necesito a alguien con la mente totalmente clara.

Capítulo VII

Primera Misión

              ¿Relajarse?, sí, imposible. ¡Su primera misión! no podía evitarlo, exteriormente parecería que estaba todo controlado, pero por dentro se lo comían los nervios.

              Sólo recordaría de esos momentos la tensión, no podía estar en su habitación, daba largos paseos e intentaba evitar que su mente se obsesionara con la idea de los próximos días.

              El sábado llamó a Valdivia.

– ¿Quién es?

Oyó Pablo al otro lado del teléfono.

– Pablo Maldonado.

– Pablo, esperaba su llamada, ¿Cómo ha ido con lo del nene de Calero?

Preguntó Tomás con algo de impaciencia.

– Insuficiencia de pruebas, según parece, eran de outlet, caso desestimado, todo va para adelante.

Pablo no mentía, todo era verdad.

– Bien, lo vamos a hacer de la siguiente forma, coja sus cosas, unas pocas, ropa y aseo y venga esta tarde a casa, ya le comentaré.

– De acuerdo, Tomás.

Ni idea de qué iba el viejo Valdivia.

              Llamó a Montes.

– Montes, soy Maldonado.

– Sí, dime.

– He contactado con Valdivia, quiere que coja mis cosas y me vaya a su casa.

– ¿Para qué?

Preguntó Montes, el hombre tenía la mosca tras de la oreja.

– No he preguntado, te iré informando acerca de lo que vaya pasando, mi móvil lleva GPS, la pistola la dejo en la armería del cuartel, ¿de acuerdo?

Tenía que confiar en él, quería que todo estuviera claro para Montes.

– Cuidado, Boss, no se fie de nadie, esto está yendo demasiado deprisa.

Quizás Montes realmente intentara protegerlo, pensó Pablo.

–  A mí me lo vas a decir, correr es poco, pero es lo que hay.

– Cuídese.

– Gracias.

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