
Callejas que esperan la primavera
El cantar de los niños, la solanera
El tañer de las campanas
El fulgor del reflejo de las ventanas
Atardeceres de tierra calma
Cuando acabada la faena
Descansa el alma
Y del mundo queda ajena
Fuentes de melodiosos cantares
Pájaros de buches de agua tibia
De terrazas regadas a golpe de manguera
De “se prohíbe el cante”, y sin embargo, cantares.
Medios de fino acaramelado
De peseta, de flor de cuño
De bodega conocida, de la de al lado
Quizás copas, o tapas de bacalao
Azulejos que de viejos
Parecen perdido esmalte
Cuando el tiempo los viste
Del más puro arte
Y esa barra acodada
Desde los tiempos romanos
Perdidos ya los modales
Casi se llega a las manos
“Niño, ponme un medio”
Se oye decir en alto
El niño que sirvió en los tercios
Sonríe, no será para ese tan barato.
Y los de siempre enseñan diente
Conocen al que llamó niño
Y saben que es perro viejo
Que fundó la cofradía
De no regalar ni consejos
Y el de detrás de la barra
Sonríe mientras restriega
Con dureza, más que friega
Un pobre vidrio con más briega
Que el acristalado patio.
En el mármol resuena golpe
De partida de ficha volcada
O quizás de la cerrada
Que pide a todos que cuenten
Malas voces, mil enfados
Amistades rotas, “pa” siempre
¡Era esa y no la otra¡
Señalando con el dedo
Y quizás hasta se equivoca
Son los sonidos antiguos
Que aún todavía resuenan
En las callejas del barrio
En unos establecimientos
En los que en rótulos viejos
Aparece la palabra
Ya casi olvidada, Taberna