
Una medio sonrisa adornó el bello rostro de Rosa.
– Cuando estás graciosa…
Le comentó aburrida Ange arrugando la cara.
Se agarró a su brazo con fuerza.
– ¿Cuándo nos casamos?, cariño.
Le preguntó.
– Cuando tú quieras.
Le contestó Pablo.
– En octubre, que me estoy haciendo vieja.
– ¿Dentro de diez años?
– Eso quisieras tú, este año.
Le dio un pellizco en el brazo.
– No sé si voy a poder.
Pablo puso cara de interesante.
– ¿Por qué?
Lo miró con cara de extrañeza.
– Porque no lo tengo anotado en la agenda, -le contestó con seriedad.
– Mira el payo como aprende.
Y se río, después le pegó un trago al cubalibre y le volvió a preguntar.
– ¿En qué Iglesia?
– En un restaurante con barra libre.
Ange soltó una carcajada.
– Dónde las dan las toman y callar es bueno, -le comentó Ange.
– ¿Ya estás viva?, zombi.
Le preguntó sacando la lengua a su prima.
– Cállate, bulto con ojos.
Ange le sacó también la lengua.
Y se rieron ambas.
– ¿Pero de verdad os gustáis?
Preguntó Ange.
Rosita, agitó la cabeza arriba y abajo como si estuviera loca.
Ange lo miró interrogándolo, no tuvo más remedio que decir.
– Sí.
Le salió tal como lo pensaba.
– Hay que me lo como.
Exclamó Rosita casi saltando encima mía, y dándole un beso en la comisura del labio, él ni se movió.
– Esto no me lo creo, todo el mundo de mentira y vosotros de verdad, Pablo, que somos gitanas.
Intentó explicarle Ange para que fueran sensatos.
– ¿Y qué?, -le contestó Pablo.
– Los problemas que vais a tener, además de que con ésta no te comes el pico una rosca hasta que te cases.
Le explicó señalando a su prima.
– ¿Y qué?, -volvió a contestarle.
– ¿Una gitana y un payo?
Insistió Ange.
– Sí.
– ¿Cómo vais a resolver tantos problemas?, -les preguntó Ange.
– Uno a uno y conforme vengan, -le respondió Pablo, tan serio, que él mismo se sorprendió.
-Y tú, ¿qué dices?, prima.
Le preguntó Ange a Rosita.
– Lo que él diga va a misa, y como le cuentes algo a la familia te mato.
Rosa puso cara de loba asesina.