Mi Historia de Córdoba, Escrita por un Cordobés. Tercera parte

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Tercera parte, que vienen los señores del norte de África (Para aquellos como yo, antiguos como el hilo negro, moros).

Pues nada, que nos estábamos acostumbrando al tema de los Visigodos, a manejar sus nombrecitos, Recaredo, Recesvinto, Wamba y demás, y parecía que las cosas dentro de lo malo no iban a peor.

Pero los visigodos se llevaban como familia en casa del muerto por la herencia, en aquella época era rey el que sobrevivía, y no solía ser mucho tiempo, traiciones, asesinatos, conjuras, vamos lo que es normal ahora en nuestra política, pero sin maletines y más por derecho.

Los visigodos se hacen católicos, ¡para lo que iba a durar!, que ahora los vecinos del sur, tan amables como siempre ven la que se está cociendo en Iberia, y huelen que hay saldos en la península.

No nos asustemos de llamarlos moros, que así lo hacían los autores romanos y griegos cuando hablaban de personal de aquellos lares, pero en este caso, estaban con la labor expansiva, su profeta los había puesto como una moto con la guerra santa, y olían la sangre.

Porque cuando reinaba Witiza, la peste, el hambre por las sequias y las revueltas habían destruido a un tercio de la población, el reino visigodo estaba en las últimas, y todo eso en solo veinticinco años, todo un señor desconejo.

Pero vamos que también tenían su historia los reyes Visigodos, tal golfos y gamberros como cualquiera que puede, y el reino, en la mayoría de los casos, que se gobierne solo, así les fue como les fue. Como ahora.

Y los musulmanes que terminan de conquistar el norte de África, ahora miran a la península, conocen su situación, y saben que cuentan con la ayuda de los judíos que han sido maltratados e incluso esclavizados por los visigodos, así que empiezan a tocar las narices, que si por Ceuta, que la toman, y después pierden, que ya era visigoda, arrebatada previamente a los bizantinos.

Empiezan a probar a los visigodos, un saqueo por aquí, la toma de una ciudad por allí, se van y vuelven, y al final se convencen de la debilidad del reino, además contactan con una de las facciones que no puede ver al Rey Rodrigo ni en pintura, de hecho el reino visigodo se haya en una guerra civil con otro rey pretendiente, Agila II y ahí comienza la historia.

Y uno que se lanza al ataque, no se sabe si solo o con la ayuda del resto, es Tariq ibn Ziyad, que con 7.000 hombres, incluidos algunos cristianos del norte de África, toma Tarifa (Tariq… Tarifa, está claro).

El conde la Bética estaba con Don Rodrigo en el norte, y aprovechando eso, Tariq, mete gasolina a sus tropas, pero los visigodos que creen que es una de las incursiones de ahora voy robo, arraso y me piro, de los musulmanes no lo toman en cuenta, creyendo que es una más.

En este caso, es Tariq que vence a lo que le ponen delante, y que no quiere irse, por fin el espabilado de Don Rodrigo se da cuenta de que son okupas, de que vienen a quedarse y a la postre, decide plantarles cara.

Deja a la querida de turno, o a varias de ellas, la vida de desenfreno, y se pone el traje de luchar que le viene largo, además con un ojo delante y otro detrás, que no sabe de dónde le va a venir la cornada.

Un ejército débil, eso si el rey viaja como un sátrapa (le gusta más una mujer que a un tonto un sonajero), y en el rio Guadalete, le dan las del pulpo, de tal forma que lo matan, a él y a casi todo su ejército, parte del cual parece que se había pasado al enemigo; ya estaban consolidándose los musulmanes en Hispania.

Ahora viene el que faltaba, el moro Muza (Musa ben Nusayr, gobernador de Ifriquiya), con 18.000 soldados, que ve que hay tajo y a cuchillo para arriba, desembarcan en Cádiz, le dan a los visigodos en Híspalis, divide las tropas y una de las columnas para Córdoba, ¡que no hay otros sitios!, el caso es que la toman por sorpresa, excepto la ciudadela, cuyos defensores fueron asesinados en su totalidad por los musulmanes tras ser rendida por el conde visigodo de la ciudad. Buena gente la que viene a quedarse.

Pero las ciudades que se resistían eran destruidas y quemadas, sus iglesias derruidas, y su población muerta o esclavizada, con el fin de dar un escarmiento y un aviso para otras ciudades. A los hombres se les mataba, normalmente crucificados, y las mujeres y niños eran esclavizados, siendo estos últimos islamizados a la fuerza (la doctrina con sangre entra). En algunos casos, los hombres y jóvenes que se libraban de la muerte trabajaban como esclavos en sus antiguas tierras, cultivadas ahora en provecho de sus nuevos señores.

Pero Córdoba es Córdoba, e imaginemos la situación, es tomada fácilmente, cierto es que los musulmanes hacen una escabechina con los visigodos, pero el resto de la población no es visigoda, es la Córduba romana aún, y se ha sentido sometida. Estos nuevos señores, ofrecen regalías, tratados y promesas, son un ejército imparable y los cordobeses lo saben, han tomado Persia en unos años, el norte de África en menos, se expanden por todo el mundo como una plaga de langosta ¿Qué hacer?, pues lo que hicieron, asentir con la cabeza, y como la corrupción sube como el aceite, los señores peor que los vasallos, así que otra vez que nos cambian el nombre, ahora Qurtuba, ¡joder cuando van a parar de cambiárnoslo!.

Los hechos les dan la razón, se tiene que reunir Carlomagno con todo su ejército en Francia para pararlos, en Poitiers lo logran, pero salvo algunas zonas en el norte, en poco tiempo conquistan la península, estos vienen a quedarse.

Lo cierto es que los musulmanes que conquistan España son pocos, por eso lo de los tratados, no quieren que se rebelen los que son mucho más numerosos que ellos, además el ejército también está compuesto de bereberes del norte de África que hace poco que son musulmanes, y que no están acostumbrados a obedecer, así que no quieren dejar muchas tropas a sus espaldas, les hacen falta para seguir hundiendo el cuchillo en una Europa que se deshace como la mantequilla.

Quedaros con esta cifra, según parece, apenas si desembarcaron cien mil norteafricanos en España, cuando la población solo de iberia era muchísimas veces superior, Córduba sola tenía más habitantes. ¿Somos de ascendencia norteafricana?….

Para que tengáis un dato, la península entera ha caído en solo cinco años ¿podían nuestros ancestros hacer algo distinto que someterse?, no lo sé, pero demasiado fácil, supongo.

Pues ya están aquí, instalan el gobierno en el Alcázar visigodo, cerca de donde están ahora el Alcázar de los reyes cristianos, y nombran un Wali o gobernador, comienza el efectivo poder sobre una Córdoba acojonada.

En ese momento Córdoba, junto a todos los territorios conquistados era una provincia dependiente del Califato Omeya en Damasco, a la postre fijaron la capitalidad de su conquistas europeas en Córdoba, y recibieron del califa de Damasco el título de Valí o Emir.

En ese momento lo que parecían uniformidades entre los musulmanes no lo eran, realmente los conquistadores estaban divididos en:

-Árabes, que se instalaron en las ciudades.

-Bereberes, que se instalaron en las zonas agrícolas.

-Sirios, estos se habían sumado al final a las fuerza invasoras.

¿Resultado?, una guerra civil de tres pares de narices, ya parecían españoles cien por cien, ¿les suena? Tropelías, asaltos, violaciones, ejecuciones, y por supuesto las víctimas colaterales, las más numerosas, cordobeses, que no podía ser de otra manera.

Pues en un lugar muy lejano ocurren cosas que nos afectan profundamente, recordáis lo del Califato de Damasco?, bien pues allí, dominaban los Omeyas, su dinastía, pero como en todo lados cuecen habas; en el 750 los Abasíes, otra dinastía, pasa a cuchillo a los Omeyas, pero los Abasíes tienen un fallo, uno de los Omeyas se les escapa, es que eran un montón, hay que comprenderlo, y este después de un viaje lleno de vicisitudes, llega a lo que ya se llama Al Ándalus, allí reúne fuerzas, y con ellas logra tomar Córdoba. (Ya contaremos su historia que es de novela de aventuras).

Se proclama Emir en el 773 y se independiza de la nueva capital Abasí, Bagdad, a pesar de ello mantiene vínculos religiosos y morales con este emirato.

El huido se llama Abd ar-Rahman ibn Mu’awiya ibn Hisham ibn Abd al-Málik, en vulgo, aquí lo conocemos como Abderramán, ¿Cuál es su historia?

Nieto de Hisham ibn Abd al-Málik, el décimo califa omeya, e hijo del príncipe Mu’awiya ibn Hisham y de una concubina esclava cristiana bereber de la tribu Nafza,(Túnez) ​ Abderramán nació en un monasterio en la periferia de Damasco en marzo del 731.

Cuando el califa Marwán II fue derrotado y asesinado en el año 750 en Egipto y se instauró la nueva dinastía de los abasíes, el joven omeya tenía menos de veinte años. El nuevo califa, Abu al-‘Abbás, temeroso de que los omeyas pudieran amenazar el derecho al trono de su familia por la influencia que aún poseían, invitó a sus rivales a la ciudad palestina de Abú Futrus, donde se llevó a cabo un banquete en el que se masacró a los omeyas asistentes (25 de julio de 750).

Los únicos sobrevivientes de la masacre fueron Abd ar-Rahman, su hermano Yahya, su hijo de cuatro años Sulaymán, sus hermanas y un liberto de origen griego, Badr, quienes haciéndose pasar por refugiados huyeron de Damasco a una aldea, donde fueron perseguidos por los soldados de Abbás. Abd ar-Rahman, su hermano y su liberto tuvieron que escapar al desierto en busca de las tribus beduinas, dejando a sus hermanas y a su hijo.

Los omeyas, quienes fueron perseguidos por sus enemigos, los abásidas, llegaron hasta al río Éufrates. Abd ar-Rahman y su liberto, Badr, cruzaron nadando a la otra orilla, pero Yahya no alcanzó a cruzar, por lo que fue capturado y decapitado.

Tras presenciar el asesinato de Yahya, ambos fugitivos huyeron a Palestina, Siria y después hacia norte de África, el refugio común para aquellos que querían escapar de los abásidas.

Durante el cambio de dinastía, la región omeya había caído en manos de caciques locales, antiguos emires o tenientes de los califas, de los cuales buscaban independencia pero no fueron apoyados. Después de un tiempo, Abderramán descubrió que su vida estaba amenazada, huyó aún más lejos hacia el oeste y se refugió entre las tribus bereberes de Mauritania (en la tribu de los nafzas a la que pertenecía su madre), pero estos terminaron por expulsarlo.

En sus viajes le acompañaban Badr y algunos pocos fieles de la dinastía omeya. En medio de estos peligros mantuvo sus ánimos gracias a su confianza en una de las profecías de su tío abuelo Maslama, según la cual él restablecería la fortuna de su familia. (Eso y algo que se habría fumado)

Abderramán llegó a Ceuta en el año 755, después de haber atravesado todo el norte de África en compañía de su leal vasallo Badr. ​ Desde allí envió a un agente a la península ibérica para buscar apoyos de otros clientes de la familia, descendientes de los conquistadores en la península, que eran numerosos en la provincia de Elvira, actualmente Granada.

El país estaba en un estado de confusión debido al débil liderazgo del Emir Yúsef o Yúsuf, una simple marioneta en manos de una facción; el territorio estaba dividido por las tensiones tribales entre árabes y bereberes a causa de los conflictos raciales entre ellos. Esto dio a Abderramán la oportunidad que no había encontrado en África. Gracias a la invitación de sus partidarios, Abderramán llegó a las costas granadinas de Almuñécar en septiembre del año 755. ​

En Archidona se proclamó emir. Ya instalado en el castillo de Turrush (parece ser que en Granada), apoyado por los mozárabes de la fortaleza, reclutó un pequeño ejército con el cual pudo alcanzar el poder. En aquel momento, Yúsef no pudo hacerle frente porque se encontraba auxiliando a Zaragoza, sitiada por los rebeldes. Yúsef volvió al sur inmediatamente, pero sus tropas habían sufrido fuertes pérdidas en el norte.

En marzo del año 756, Abderramán entró en Sevilla, que para entonces dominaba las provincias de Elvira, Sidona y Rayya(Granada, Medina Sidonia y Málaga). Entró con sus tropas, compuestas por sirios, yemeníes (gente del sur de la península arábiga) y bereberes, quienes avanzaron por el valle del Guadalquivir, mientras Yúsef partió de Córdoba hacia Sevilla, pero al notar el avance de su enemigo volvió a la capital.

Los dos ejércitos terminaron por encontrarse en las orillas opuestas del río, el cual estaba con las aguas crecidas, por lo que era imposible cruzarlo. ​ Ambas fuerzas marcharon paralelamente hasta el paraje de Al-Musara (batalla de Alameda o batalla de Al-Musara), a las puertas de Córdoba.

Entablaron negociaciones y Yúsef ofreció a una de sus hijas en matrimonio y dotes de tierras. El 13 de marzo, Abderramán, consciente del cansancio de sus tropas y el buen estado de las adversarias, propuso a sus hombres aceptar la paz o luchar; sus soldados optaron por la última opción.

Viendo que el río había bajado su caudal, Abderramán fingió aceptar la propuesta de Yúsef, quien le envió animales para alimentar a sus tropas, pero al anochecer, el ejército omeya cruzó el río sin ser visto. En ese momento las tropas omeyas alcanzaban los dos mil jinetes y tres mil infantes.

Al amanecer, ambas fuerzas se prepararon para la batalla de Al-Musara; para el choque decisivo, Abderramán ordenó a sus tropas de infantería colocarse en el centro, a pesar de la escasez de caballería en los flancos. Armado únicamente con un arco, el futuro emir era casi el único que montaba un buen caballo de guerra, e iba rodeado de sus hombres más leales.

No tenía bandera, por lo que improvisó una con un turbante verde y una lanza (el turbante y la lanza se convirtieron en la bandera de los omeyas españoles). De igual modo, Yúsef ordenó a sus hombres que se prepararan de la misma manera.

La caballería de los árabes omeyas, compuesta por esclavos y bereberes, atacó el centro y la derecha de la formación de Yúsef. En la batalla se produjo un combate singular entre Jálid Sudi, criado de Yúsef y jefe de su caballería, y Habid ibn Adb al-Málik, jefe de la caballería omeya.

Durante la batalla, los yemeníes temían la huida de Abderramán en caso de un revés en el combate, porque él iba montado a caballo. Abderramán, al haber escuchado los rumores, llamó a Abu Sabbah Yahya al-Yashubi y le pidió su mula, gesto que tranquilizó los ánimos de los yemeníes.

Finalmente los jinetes omeyas y los sirios lanzaron un ataque al centro de la hueste enemiga, matando a tres comandantes de infantería; dos de ellos eran hijos de Yúsef y el otro de Al-Sumayl ibn Hatim. Ambos escaparon dando por perdida la batalla y dejaron sola el ala izquierda, que resistió hasta bien entrado el día; sin embargo sus jefes perecieron.

Conseguida la victoria, Abderramán entró a Córdoba y se dirigió al alcázar, de donde expulsó a unos soldados que se le habían adelantado y estaban saqueando el palacio. Los yemeníes, enfadados por no haber logrado su propósito, se dirigieron a Abu Sabbah Yahya al-Yashubi, quien les propuso asesinar a Abderramán con el fin de recuperar el poder nuevamente, propuesta que los yemeníes rechazaron.

He utilizado partes de Wikipedia, (no soy sino un narrador, no un historiador), esperando con ello que conozcamos mejor a una de las figuras que han influido más poderosamente en la historia de nuestra Córdoba.

Pedro Casiano González Cuevas 2.018