Lodo, todo cubierto de lodo,
todo apesta a negra maldad,
de cualquier infame modo
nos roban la libertad.
Banderas rojas al viento alzadas,
por seres de odio forjados,
criaturas mal engendradas,
en rencores alimentados.
Ladrones de cuanto halláis,
devotos de la vileza,
y los muertos que dejáis,
se apilan con tristeza
por las calles desoladas,
por promesas mancilladas.
Todo es promesa vacía,
pero más que todo es mentira,
confesada sin osadía,
con la risa que se estira.
Malnacidos sin vergüenza,
aunque el sastre os dé presencia,
añoráis los tiempos de balas,
de paseíllos y de fosas calladas,
donde el que disiente o respira,
un tiro recibe y se retira.
Y en tanta falsa limpieza,
cuando quedéis solos, malditos,
dioses de odios y desvaríos,
destruiréis vuestros propios gritos,
pues para eso habéis nacido:
para robar lo obtenido,
para no labrar el suelo,
y con la lengua de veneno
arrancar de todos su consuelo.