
– Vámonos, y lo cogió de la mano.
Ange se enganchó del brazo, y así fue escoltado el resto del camino hasta el supermercado.
– No te lo vayas a creer, pero sería raro estar apalabrados e ir cada uno por su lado, además necesitas a la carabina colgada del brazo, como los cazadores.
Le explicó Ange.
– Sin problema.
Les contestó con una media sonrisa.
– Tampoco sois tan feas, no quiero perder categoría.
– ¿Con qué con guasa?
Rio Ange.
-Hoy lo único que tienes bueno es la compañía, -y rieron con la risa clara de la inocencia.
Leche, salchichas, longaniza, especias, kétchup….
¡Vamos, una alegría!, mareado le tenían, y que no paraban de hablar
-Chocho, mira…
Le comentaba una a la otra.
-Eso es un mojón, el bueno es este.
Y señalaba otro producto.
-Pero éste es más barato.
Se contestaban.
-Pero no le gusta al Ayo, a Ricardo….
A quien fuera. Y una parada.
– Mira Pablo.
Lo presentaba Rosita.
-Esta, Doña tal la de tal y tal, éste es mi novio Pablo, sí, queremos casarnos para octubre, por la iglesia y de blanco que somos gitanas….
Y él como un burro, moviendo un carrito sobrecargado, que se iba para todos lados.
A la una terminaron y pagaron la compra. Sin decir nada se sentó en una silla de un bar de fuera del supermercado, ellas seguían hablando.
– Hasta luego.
Las despidió levantando la mano.
– Pero mira que eres flojo.
Ange se paró y se quedó mirándolo con cara de desaprobación.
– ¿Enséñame los callos de llevar el carrito?
Le pidió Pablo.
Se rieron y se sentaron cada una a un lado.
– Como Cristo.
Pablo se quejó con un resoplido.
Me miraron las dos, extrañadas.
– No me miréis, con mala gente a cada lado.
Abrió los brazos todo lo grande que era.
– Me parto, me troncho, que gracioso.
Le contestó Ange con un mohín y haciendo cómo que se cortaba por la mitad y a lo largo, con un cuchillo imaginario.
– Nos ha salido simpático.
Comentó Rosita a su prima.
Vino el camarero y encargaron refrescos.
Con sorna, Ange preguntó.
– Y ¿cuántos vais a tener?
– Por los menos tres.
Contestó siguiéndole la broma a Ange.
Rosita lo cogió de la mano, y mirándolo fijamente, con sus ojos mágicos, le afirmó.
– Cinco.
Solo contestó.
– Vale.
– Pues vaya navidades de regalos con cinco sobrinos.
Rio Ángela.
– Ve buscando dineros Primi, que te lo digo con tiempo.
Y rieron las dos, él también sonrió.
– Da gusto oíros reír.
Se sintió bien al verlas alegres.