52. Pablo y Rosa. La Profecía

              – Vámonos, y lo cogió de la mano.

Ange se enganchó del brazo, y así fue escoltado el resto del camino hasta el supermercado.

– No te lo vayas a creer, pero sería raro estar apalabrados e ir cada uno por su lado, además necesitas a la carabina colgada del brazo, como los cazadores.

Le explicó Ange.

– Sin problema.

Les contestó con una media sonrisa.

– Tampoco sois tan feas, no quiero perder categoría.

– ¿Con qué con guasa?

Rio Ange.

-Hoy lo único que tienes bueno es la compañía, -y rieron con la risa clara de la inocencia.

              Leche, salchichas, longaniza, especias, kétchup….

              ¡Vamos, una alegría!, mareado le tenían, y que no paraban de hablar

-Chocho, mira…

Le comentaba una a la otra.

-Eso es un mojón, el bueno es este.

Y señalaba otro producto.

-Pero éste es más barato.

Se contestaban.

-Pero no le gusta al Ayo, a Ricardo….

A quien fuera. Y una parada.

– Mira Pablo.

Lo presentaba Rosita.

-Esta, Doña tal la de tal y tal, éste es mi novio Pablo, sí, queremos casarnos para octubre, por la iglesia y de blanco que somos gitanas….

              Y él como un burro, moviendo un carrito sobrecargado, que se iba para todos lados.

              A la una terminaron y pagaron la compra. Sin decir nada se sentó en una silla de un bar de fuera del supermercado, ellas seguían hablando.

– Hasta luego.

Las despidió levantando la mano.

– Pero mira que eres flojo.

Ange se paró y se quedó mirándolo con cara de desaprobación.

– ¿Enséñame los callos de llevar el carrito?

Le pidió Pablo.

              Se rieron y se sentaron cada una a un lado.

– Como Cristo.

Pablo se quejó con un resoplido.

              Me miraron las dos, extrañadas.

– No me miréis, con mala gente a cada lado.

Abrió los brazos todo lo grande que era.

– Me parto, me troncho, que gracioso.

Le contestó Ange con un mohín y haciendo cómo que se cortaba por la mitad y a lo largo, con un cuchillo imaginario.

– Nos ha salido simpático.

Comentó Rosita a su prima.

              Vino el camarero y encargaron refrescos.

              Con sorna, Ange preguntó.

– Y ¿cuántos vais a tener?

– Por los menos tres.

Contestó siguiéndole la broma a Ange.

              Rosita lo cogió de la mano, y mirándolo fijamente, con sus ojos mágicos, le afirmó.

– Cinco.

              Solo contestó.

– Vale.

– Pues vaya navidades de regalos con cinco sobrinos.

Rio Ángela.

– Ve buscando dineros Primi, que te lo digo con tiempo.

              Y rieron las dos, él también sonrió.

– Da gusto oíros reír.

Se sintió bien al verlas alegres.

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