Ha cambiado el tiempo, se va el calor,
el agobio intenso, la canícula ardor.
Y la mente, absurda, regresa al dolor,
matándote lenta con su cruel rigor.
Quizás es solo una vaga sensación,
o tal vez señales de la maduración.
Llegan los nublados, cielos cerrados,
el tiempo se encierra, encabritado.
¡Qué importa al final! Lo que acontece
es que todo encima de pronto aparece.
Pensamientos grises, días oscuros,
atrapan tu mente con pasos duros.
Añoras recuerdos de días mejores,
pero ahora pesan más los temores.
Cada día es más largo, más pesado,
cada vuelta del ciclo, más agotado.
La serpiente eterna su cola devora,
una y otra vez, como siempre, ahora.
Bienvenida, depresión inclemente,
que cada estación vuelve persistente.
Bienvenidas las pastillas que consuelan,
en este ciclo que a diario revelan.
Año tras año, la rueda se mantiene,
y con cada estación, la sombra viene.
Si en juventud ya te alcanzaba el mal,
ahora más viejo es aún más brutal.
Cuando el verano termina su ardor,
siento en mi pecho crecer el temor.
Y aunque debería más miedo tener,
¿qué hacerle ahora? ¿Cómo resolver?
Tal vez se olvida con años de edad,
mas cada estación revive su verdad.