La Vida, como Cambia la Vida

La vida, como cambia la vida, ¿y por qué digo esto?, las cosas en la que me fijo, sin necesidad, solo residuo de mi onanismo imperecedero, ¿y que ha sido ahora?, pues la imagen de tiempos atrás, cuando se oía casi todo en el maravilloso tocadiscos.

Recuerdo con nostalgia el descubrimiento de poder dominar la música en el tiempo, no en lo económico, que un vinilo costaba dos, tres, cuatro semanas de paga, pero si, el poder, al fin, después de innumerables vicisitudes, escucharlo cuando quisieras, a despecho de que la radio, esa amiga casi imperecedera, no tuviera en cuenta tus necesidades.

Pues aquellos inolvidables momentos, quedaron grabados en mi memoria a fuego indeleble, la pasión de escuchar a Deep Purple, Von Karajan, América, Dylan, Who, mil conjuntos, solistas, mil formas de entender la música, que estaban en mi poder, a un precio abusivo, pero al que había, que te permitía que la orquesta más brillante del mundo lo hiciera en tu casa, a despecho de tus padres, a los que siempre les parecía que estaba demasiado alto.

Pero toda maravilla tiene en sí misma la semilla de su destrucción, la capacidad de que tu alma llore como si no existiera el mañana, me explico, que es difícil, ahora mismo, para muchos poder comprenderlo.

El vinilo, la maravilla de los tiempos modernos, sonaba a contrario de que una aguja se desplazara por su piel, recuerdo que en los míos, era de diamante, se gastaba, una pasta, el caso, es que el vinilo, más débil, sufría con la artera caricia de esa aguja, irreverentemente cara, y producía lo que llamábamos el huevo frito, los crujidos que te aseguraban que todo en la vida se acaba, de que comenzaba a destruirse la maravilla que tanto te costó conseguir, más chicharra, más huevo frito, y lo peor, siempre era, como siempre, que sucedía en lo que más escuchabas, y temías, que siempre sucedía, que el salto, el que las pistas se comunicaran, por un golpe, por el desgaste, se produjera, convirtiendo en ese salto, al vinilo, al disco, en un subnormal de baba, que hablaba o tocaba con la inteligencia de un invertebrado…, en fin, la ineludible muerte.

Así, vi morir, a pesar de mis maravillosas agujas, a muchos de mis amigos más inenarrables, Umma Gumma, I Robot, Tubular Wells, Las Valquirias, mil… tantas víctimas, amigos que me habían acompañado en mis mejores momentos, ese Abraxas, que olía a mujer en celo, ese tubular Bells que te llevaba por el camino a lugares que soñabas en tus momentos de soledad, la euforia de esas valquirias, diosas guerreras, que además tenían que estar de buenas como para mojar sopas… todo desaparecía, solo las fundas, con suerte, hablaban de que alguna vez te habías deleitado con ello, que en eso, también, que los niños ricos, presumían de lo que tenían, teniéndolo, tu, muchas veces, diciéndolo, que lo que no se puede demostrar no ha sucedido.

Así, en ese cortejo fúnebre, se movía mi amor por la música, cada vez con más reparo de reproducirla , por la heridas que produciría escucharla por mis medios, de pronto, oh, locura, algo nuevo, el CD, la calidad perfecta, sin desgaste físico, para siempre, como si fuera, lo que era, eterno en su duplicación,  me enamoré, después llegó la tecnología digital, el WAW pasó a CUE, a FLAC, formatos de compresión sin pérdida, el mp3, la explosión de internet, conseguir todo por nada, la democratización de la música, la desmonetización de la misma, reyes destronados, pueblo alimentado, ¿cómo hacerlo?, eso otro día, para terminar solo algo más.

¿Cómo es posible, que algunos echen de menos ese vinilo traidor que asustaba cuando estabas más centrado en escuchar el huevo frito que la música, en pensar que no se doblara, que no saltara de una pista a otra?, pues si, los hay, yo di miles a las sin ánimo de lucro, que ya no los necesitaba, tenía miles de CD, que conservaban para siempre lo que quería, la música.

¿Qué echan de menos?, no lo sé, solo sé que ese Karajan, a pesar de sus deseos, está encerrado en esa cárcel CD, para siempre, para que perfectamente, interprete ese concierto que tanto me gusta, ese canon, ese pasacalle, o lo que sea, pero con la perfección del sonido que deseo escuchar, solo eso, los que quieren el formato que se deshace poco a poco, como si fuera una enfermedad terminal, pues nada, que lo disfruten, ahora mismo estoy orgasmando, es Pachebel, ya saben, madre mía, que placer…

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