Son las Cuatro de la Mañana

Son las cuatro de la mañana, hace apenas tres horas que pude coger un sueño intranquilo, y apenas lo saboreaba, cuando la cama, celosa de mi complacencia, me ha echado de su seno, quizás celos, quizás maldad, quizás lo que sea, el caso, es que aquí me encuentro, apenas el cuerpo un guiñapo que me cuesta mover.

Un rato intentando coger de nuevo el sueño, pero debe de haber aprendido, es imposible cazarlo, aguanto más que un martillo enterrado en manteca, pero al final, salgo del sobre, que se ha abierto para darme la despedida, quizás con una sonrisa sarnosa, la de los días en que disfruta jodiendo.

Ordenador encendido, que es como si abriera un refugio atómico en tiempos de calamidades, arranco, como se dice por estos lares, y no quiere, se resiste, otro cabrito más, quitándole años, a la segunda lo hace un  poco mejor y brilla el monitor, como queriendo calmar la ansiedad producida por el aparato que mientras no existió, no pasó nada, ahora si no enciende, es una terrible monstruosidad, a la que si se uniera que el móvil tampoco, provocaría una tragedia épica, pero dejemos eso, que no he venido a hablar de hecatombes ni maldades inconcebibles.

El caso, es que he abierto, no es necesario más, una de las carpetas con música, y he comenzado a escuchar, a Almadraba, un conjunto del norte de Europa, afincado en el sur de España. Vientos del norte, así se llama el disco, que antiguo… el disco…, pero la nena canta de muerte, me hace querer vivir un poco más, y pocas cosas lo consiguen en este mundo atroz, que estamos terminando de hacer a nuestra imagen y semejanza.

El Word, el puñetero Word, está arrancando, el procesador de textos definitivo, definitivo porque se ha hecho dueño del mercado, no es que sea el mejor, es que ha asfixiado a cualquiera que quisiera hacer algo en condiciones, pero así son los americanos, no es que hagan las cosas bien, pero las venden con una categoría que ya quisiéramos el resto de los mortales.

Como decía, el Word, con su corrección automática, que a esta hora si se escribe bien, es que la cosa no está bien, valga la redundancia, y aquí estamos, con la música intentado calmar un alma que no está bien, que me despierta cuando no debe, y supongo que eso me asevera que no estoy bien, pero cuando me conecto, por desconectar, a alguna red social, compruebo, que hay mucha gente como yo, muchos de ellos conocidos, personalmente o por el Nick, o sobrenombre que es como se dice en este español olvidado.

Supongo que no soy especial, nunca he querido serlo, el insomnio es algo que se reparte, y que por mucho que se dé, siempre hay más, todo está difícil, ponemos cara de póker, de contento, de lo que sea, pero las noches son nuestras, solitariamente nuestras, ni siquiera se pueden compartir con él, la, que duerme a nuestro lado, difícil de explicar, pero lo más triste, es que no queremos compartirlas, demasiado que explicar a quién sabemos que lo entenderá… o no, lo simple, es que estás despierto, sin motivo aparente, quizás piensen que estás loco, quizás sea cierto, no te importa, pero la noche se hace imposible de terminar, y esperas, como yo, que el sol salga, aunque los minutos sean casi de la longitud de lo imposible de soportar, por lo menos la nena de Almadraba suena de muerte, la noche es tranquila, aunque caiga la intemerata de  unos cielos que la final se han abierto, quizás sea eso.. o no, ¿qué más da?, aún quedan horas para que la alborada llegue, aunque sea con el grisáceo color de las nubes, miro a la ventana, si, es noche cerrada, aunque abierta por las luces de aquellos como yo, que no concilian nada, menos, el sueño, sonrío, no estoy solo, en mi soledad caben miles de almas, triste consuelo, pero algo es algo, sobre todo cuando sientes que no tienes nada.

Pues nada, eso, que sigo escribiendo, cuando termine esto, seguiré con otra cosa, que el amanecer se vende caro, los minutos cada vez son más pesados, y los párpados se han solidificado para no cerrarse, el caso…, miro el reloj del ordenador, son las cinco y veintisiete minutos, ya ha pasado algo de tiempo, el que no se consuela es porque no quiere.

Me despido, los que duerman, que continúen, los que no, pues, ¿qué decirles?, que les sea leve, y yo, que sigo con mis cosas, buenas noches…, para el que lo sean.

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