Es Temprano

Es temprano, a pesar de ello, el fresco no logra romper la manta de calor que envuelve a la ciudad.

              Afortunados aquellos, que lejos de asustarse por el precio de los carburantes, han salido de la ratonera en que se ha convertido la ciudad.

              Los demás, como los peces en el alpechín, nos esforzamos por hacer cuentas con el aire acondicionado, articulo que ha pasado de necesario a ser de lujo asiático.

              Pasó la pandemia, ha llegado la recesión a caballo de la inflación, los mensajeros del nuevo apocalipsis, y nosotros, pobres personajes de barrio, solo queremos que nos dejen tranquilos, que sigamos con nuestra vida, por muy mezquina que parezca a nuestros gobernantes, pues poco caso hace a nuestras necesidades.

              Pobres de nosotros, tenemos suerte de no haber nacido en un país del tercer mundo, y también con la mala suerte de nacer en un país que se cree del primer mundo, que gasta lo que no tiene en tonterías, en cucamonas, como si fuéramos niños, y nosotros, callados, quizás no nos acordamos de que al final, siempre pagamos los pobres.

              País de fulleros, que nos ha convertido el paraíso en una mazmorra de sufrimientos, que apenas levantamos cabeza, nos meten en una nueva trampa, que habrá que pagar, pues ellos, son aforados, o cualesquiera otros miles de trucos que se inventen, pues no ha peor trampa que la que crean las leyes, rellenas de artículos terribles, que son cadenas que al final solo consiguen asfixiar a todos y cada uno de los que estamos en el rango inferior de la cadena alimenticia.

              No digo que nos rebelemos, ¿o sí?, no lo sé, pero lo que si conozco, es la sensación de indefensión, de no poder hacer nada, de que en el mundo solo somos bultos, que se mueven de un lado a otro en virtud a las necesidades de unos pocos, que prometiéndonos todo, cuando no somos útiles, nos manda a un vaciadero, donde no existe la esperanza, sino la caída libre hacia un infierno que no sabías que existía.

              Somos animales, posiblemente racionales, pero no nos equivoquemos, aun con la misma genética, somos esclavos de aquellos que tienen todo preparado para que, de una forma u otra, solo se beneficien unos pocos, de lo que nos corresponde a todos.

              Pobre mi país, le cogí cariño, hasta darme cuenta de que no era mi patria, yo solo vivo aquí de alquiler, y, por cierto, demasiado caro, pero no tengo a donde mudarme.

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