Uno De Los Mayores Problemas De Los Cordobeses

La Importancia Del Orden En Las Palabras.

Al leer esto no le verán el sentido al enunciado, y lo comprendo, por eso, voy a intentar explicar en no demasiadas palabras uno de los problemas que llevan a nuestra ciudad a postergase, día a día, año a año, y por desgracia era a era.

              Pues bien, este problema, radica en la importancia del orden de rango de como nosotros nos llamamos a nosotros mismos.

              Un cordobés, cuando habla, habla de que es de derechas o de izquierdas, de que pertenece a un partido político u otro, es normal y cotidiano, no tiene nada de extraño, pero sin embargo es la lacra que nos come las entrañas, lo que hace que no avancemos como no sea estilo cangrejo.

              Siempre hablamos al final de que somos de Córdoba, pero como algo accesorio, coletilla que colocamos solo cuando hace falta definir lo que es obvio en la mayoría de los casos.

              Sigo afinando la propuesta, que hasta ahora no explica nada, solo confunde, veamos, si en vez de proclamarnos de derechas, de izquierdas, de un partido o del contrario, variáramos una sola vez el orden de las palabras, creo que todo cambiaría radicalmente.

              Pongamos un ejemplo de lo que quiero decir, olvidemos las cosas tal como ahora nos definimos, si es vez de esta fórmula dijéramos “Cordobés, de izquierdas”, o quizás “Cordobés de Podemos”, o de otro partido cualquiera, quizás en ese momento defendiéramos algo como común, algo que nos uniera, que nos definiera por encima de los malditos partidismos, que no hacen sino destrozarnos en enfrentamientos fratricidas, mientras dejamos que nuestra tierra, en teoría lo que más queremos, se muera en la desidia y la dejadez, víctima del oportunismo y de tendencias sin nombre, aunque siempre con apellidos.

              Dejemos atrás los nombres de las calles, mientras estas se llenan de desconchones y desperdicios, mientras los comercios de los bajos van cerrando uno a uno, mientras de las puertas de los edificios de esas mismas calles, solo salen jóvenes desamparados, victimas del paro y la desilusión.

              La memoria histórica, o la venganza interminable, enterremos a nuestros muertos, y honrémoslos, hagamos frente común, para que Córdoba suba, para que nuestra ciudad crezca y no sea semillero de hambre y desesperanza, que ve como pierde a los mejores que se van buscando lo que políticos mezquinos, del rango que sean, impiden que suceda.

              Yo perdí gente en los dos bandos, ¿a quién me quejo?, ¿en quién me vengo?, me los fusilaron, me los desterraron, murieron con las armas en la mano, ¿a estas fechas es tan importante, que nos impide avanzar?, creo que ni ellos lo querrían, por supuesto no los míos, que a fin de cuentas eran buena gente metidos a matarifes o a corderos.

              Lo único que tenían en común era la sangre, y por supuesto que eran cordobeses ¿ellos hubieran querido esto?, yo que conservo su memoria, puedo decir con cierto grado de certeza que no, que son cosas que pasan, y que lo que si debemos de impedir por todos los medios es que se repitan, en eso seguro que estaban de acuerdo.

              Las razias en la Casa del Pueblo, los muertos en el frente del Ebro, los fusilados en el cementerio, los paseíllos, los colonos colgados en los arboles a la entrada de las huertas, todo eso pasó, pero pasó, gracias a Dios, lo siento por los ateos, pero para ellos también, aunque no crean, ¿Cuántos años han pasado?, ¿Cuántos tienen que pasar?, que “jartura”, perdonadme, pero la venganza ocupa tanto tiempo que te impide que algo bueno te suceda, además como dijo el sabio, cuando quieras vengarte, prepara dos tumbas, y no se equivocaba, pero basta de disquisiciones, porque aquí, oímos todo, pero no escuchamos nada.

              Dejemos que lo que haya sucedido sea historia con el paso del tiempo, que tiempo suficiente ha pasado, y centrémonos en construir una Córdoba mejor que la que tenemos, lo demás, es accesorio, primero arregla tu casa y después vete a la de los demás, y si es a echar una mano mejor.

              A mí me cansa la revolución, la contrarrevolución, la irresponsabilidad, el libertinaje, los cambios bruscos y la destrucción del orden para crear otro, porque al final todo el mundo piensa “madrecita que nos quedemos como estamos”, que no es que seamos conservadores, sino que el tiempo nos ha hecho ver tantas cosas, que nos hemos dado cuenta de lo fácil que es destruir, y lo difícil que es construir, lo complicado, el sudor, el trabajo, las lágrimas, y por supuesto, al final, somos así, la sangre.

              Nuestra ciudad está mal, pero somos tan animales, no, peor que animales, porque nadie hace sufrir a su madre, y nosotros todo el día de trifulcas, la mayoría de las veces por menudencias, por estupideces si lo piensas bien, o en otros casos haciendo cambios que la mayoría de la ciudadanía no acepta, es decir el hacer las cosas por coj… muy típico de nosotros que somos muy de esa forma de ser, o conmigo o no quedara nada.

              Que cansancio me da ver a mi ciudad en manos de personas a las que no dejaría ni pasear a mi perro, que hasta para eso hay que ser responsables. ¿Dónde hemos llegado?, ¿dónde se perdió el menos común de los sentidos?, el sentido común. ¿Tan difícil es hacer las cosas en bien de algo superior a los partidos, tu propia tierra?

              Y nosotros al final, nos quedamos mirando como violan, roban, destrozan, saquean y toman a chufla a nuestra propia madre, para eso mi abuelo tenía un nombre, ¿Cuál era?, es fácil de adivinar.

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