Hoy no es domingo, es prelunes, el peor momento, incluso sabiendo que es fiesta, en la que nada es necesario hacer, y ese es el problema, que lo que trae el lunes vendrá, con la certeza de lo inevitable, y varado en un domingo imposible de arreglar nada, esperas impaciente a que aparezca el lunes, y quedas en ese limbo, de querer disfrutar del merecido descanso, aun presente, con la certeza de que mañana, de golpe, todo caerá sobre tu cabeza.
Pasarás de la familia que te cuida, a la desnudez de déspotas sin alma, de la calidez del reposo esperado, a la innecesaria rapidez de los mandados sin sentido, de la esperanza de que gane tu equipo, a la segura expectativa de que te moverás, aunque para nada sirva.
Y te cuento que es el momento en que más infartos hay; pobre corazón que paga todo, pobres niños que van al colegio que hemos odiado todos, por mucho que contemos fabulas contrarias, mañanas de anorak de legañas quitadas a regañadientes, de los Cola Cao, y de las María de Fontaneda, o a lo que los sustituya, y camino al colegio, huérfano de ganas.
Cartera, autobús, frio, compañeros temibles, profesores malvados, todo, ¿en qué ha cambiado?, es lo mismo, tan solo que la apariencia nos hace creer que somos libres, pero somos bueyes atados, incluso aquellos que mandan a los rebaños, siempre perseguidos por la necesidad de más dinero a cualquier precio, y atenazados por el miedo a perderlo.
Y lo que debíamos de aprender, está en nosotros escrito, es la balanza de brazos inertes, el poder sopesar la libertad de ser, y el suplicio de obedecer, ¿Cómo hacerlo?, no lo sé, yo en esa rueda de roedor encadenado, mi vida pasando, mi vida pasé.
Domingo, domingo, que ante la amenaza del lunes te escondes, domingo, domingo, de misa escuchada, domingo, domingo, solo te pido, que en ese perder ante un lunes de hierro, defiendas al pobre que, en una nueva semana, al conocido infierno, regresa.