Quemémoslo todo, dejemos cada edificio gubernamental como solares, a los principales al fuego, destruyámoslo todo, la opresión, convirtamos el miedo en ira, dejemos de ser borregos para transformarnos en lobos.
Fuera las ideologías, los políticos, quemados en santos lugares de inquisición, los rojos por rojos, los fachas, por fachas, que no quede nadie.
Que aquel que posea más de lo que pueda disfrutar, sea colgado hasta morir, que su familia lo vea, antes de seguir el mismo destino, la sangre de los asesinos es corrupta, depravada, hagamos que corra, para evitar que contamine la sociedad.
Muerte a los banqueros, a los prestamistas del diablo, a aquellos que ganan dinero, solo con tenerlo, muerte a todo, que sus esqueletos se blanqueen las aceradas puertas de sus guaridas.
Plomo para los mercachifles que solo con mover un elemento de un lado a otro, provocan la escasez, el hambre y la miseria, ejecutadlos en las cunetas, que no quede ninguno.
Rentistas, ricos de profesión, que ardan en sus posesiones, junto con sus familias, que el ocre y apestoso humo de su muerte, sirva para purificar el aire fétido que han dejado en la faz de la tierra.
Muerte, destrucción, caos, hijos de la desigualdad, del robo, del latrocinio, de la prevaricación, de los favores… muertos, pido muertos, farolas llenas, ríos de sangre, olor a matadero, y la hecatombe final, que purifique el mundo con su destrucción.
Levantaos, borregos, seamos lobos, olvidando el miedo, es fácil, morir para el pobre, para el olvidado, matemos a los “fuertes”, a su descendencia pútrida, que no quede rastro de ellos, que de sus huesos nazca una nueva sociedad, donde nadie pueda provocar hambre y miseria por detentar más de lo que necesita, matad, lobos, matad, olvidaros del número, de la saciedad, matad, hasta que no quede uno, matad.
Matadlos en el vientre de sus madres.