La Leyenda de Ojos Verdes y el Viejo Guerrero

Erase que se era una bella pescadora que, entre las arenas doradas de una playa sin nombre, buscaba las trazas de peces olvidados, y miraba al cielo y lo encandilaba con sus ojos verdes, y el sol le respondía parando el viento, haciendo que los peces, huidizos y asustados se congregaran a su derredor, deseando ser alcanzados por la mano de la mujer de los ojos verdes, y de nuevo miró al cielo y agradeció el regalo de los peces sin nombre.

              Era feliz en sus arenas sin fin, donde los peces venían para ser cogidos, donde el sol la saludaba, donde playas sin fin deseaban que las caminara, y el viento traía aromas de mar y de sal, el agua la saludaba, se marchaba y después venía en montañas de blanca espuma de sal de caireles blancos.

              Y los ojos verdes iluminaban tanto la mañana como el atardecer, el mar envidiaba su color y cuando podía en verde se tornaba, y competía, pero siempre perdía, el color, su color era el de las desconocidas esmeraldas, el del amanecer tibio de los mejores días, el verdor que cubría las montañas cuando la lluvia las regaba y poco después el sol las iluminaba.

              Y Ojos Verdes sonreía, y su risa era la voz de la belleza, de los brezos bañados por el rocío de la espuma de mar, de las playas vacías, de los caracoles de las olas, los pájaros la saludaban desde el cielo, y rozaban sus cabellos a modo de saludo, abría los brazos y giraba en la mojada arena, y sentía la humedad en sus pies y la felicidad de su mundo verde como sus ojos, refulgía, dando su luz a cada uno de los rincones de aquel mundo soñado.

              Pero el destino envidioso de la felicidad, buscó para ella el destierro, la mandó al país de las piedras viejas, donde no existía el mar, el sol era duro y hostil, donde la soledad emanaba de la dureza de las aristas de las rocas de un mundo caluroso y enfebrecido.

              Ojos Verdes lloró, por sus lejanas playas, por su sol amable, y sus lágrimas hicieron rio, y su destierro las alimentaba como perlas inagotables, sintió como su corazón perdía el calor, el viento antes húmedo y amable, se convertía en vendaval seco y malvado, Ojos verdes miró al cielo buscando su azul y sus ojos se cerraron ante su dureza, su antes amigo era ahora malvado y desafiante.

              Y Ojos Verdes caminó entre las veredas vacías, las antiguas piedras, el seco camino, sintió el calor y el miedo de lo desconocido, ya no reía, sus ojos ante tal desolación nada conseguían, y ella, día a día hacía que el rio creciera por sus lágrimas, y lo miraba y la esperanza de que llegara a sus playas, a su mar, a su verde lugar, le daba nuevas fuerzas, y volvía a caminar entre las veredas vacías, caminado sobre ruinas.

              Entre las piedras olvidadas, Ojos Verdes lo vio, su armadura abollada, el arma de filo descarnado, el casco apenas vestigio de lo que fue, el guerrero, el viejo guerrero derrotado en olvidadas batallas, y a pesar de todo se acercó.

-Hola, ¿quién eres?, Guerrero.

-Soy el que lucha batallas perdidas, el que no se rinde nunca, el que cuando creen vencido se levanta y cogiendo fuerzas lucha de nuevo, aun sabiendo antes de levantar la espada que todo acabará en derrota.

– ¿Y porque sigues luchando?

              El Guerrero levantó la cara llena de cicatrices, de sangre derramada y olvidada y miró a Ojos Verdes, su corazón dio un vuelco, era la mujer más bella que había conocido en su vida.

-Lo siento soy así, soy el que lucha, pierde y sigue luchando, ¿quién eres tú?

-La que añora las playas, la que el canto de pájaros lejanos la llaman, y piensa en las olas.

– ¿Estas triste?, Bella Ojos Verdes.

-Sí, pero de eso nadie sino el destino tiene la culpa.

-Ojos verdes, déjame ir contigo, yo lucharé continuamente contra el destino en tu nombre y en el mío, sabiendo de mi derrota, conociendo mi dolor, augurando la próxima derrota, Ojos Verdes, lucharé hasta mi último aliento contra el destino, por tu destino, Ojos verdes.

              Ojos verdes sonrió se sentó al lado del gastado Guerrero y lo cogió de la mano.

-Cada vez que caigas yo estaré a tu lado, te levantaré, te apoyaré, seré tu báculo, tu sostén, te cuidaré para la siguiente batalla.

-Pero Bellos ojos Verde, ¿para qué, si sabes que perderé, que me derrotaran?, dijo el roto Guerrero, mientras sentía el fulgor de aquellos ojos.

-Algún día, quizás lejano, vencerás, venceremos y te llevaré a mis playas sin fin, a la fina arena de color dorado, y veras el verde de mis ojos en las montañas, los pájaros cantando y seremos felices viejo Guerrero.

              El Viejo Guerrero miró a la bella Ojos verdes, su corazón latía como un caballo desbocado.

-Lucharé y lucharé, contigo, por ti, y venceré o moriré, Ojos verdes, contigo, por ti, y te amaré hasta que mi mano fría e inerte no pueda ya blandir mi vieja espada.

              Ojos verdes y el Cansado Guerrero se miraron, después cogidos de la mano contemplaron al frio horizonte, y vieron batallas sin fin, guerras perdidas, y solo una final contienda ganada.

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