Hoy es otro Día Más

Hoy es otro día más, como todos, me he levantado, me he sentado en el trillado sillón, he mirado el reloj, las tres y cincuenta y cuatro minutos, una indecencia, como todos los puñeteros días, suspiro, tomo el vaso de leche, y enciendo el primero de la obscena sucesión de cigarrillos que pasarán por mis labios, supongo que, con el beneplácito de Tabacalera, y más, de su amo y señor, o señora, ¿qué más da cabrito o puta?, Hacienda lo es, que yo sí que lo sé.

Volutas que suben en la noche por el eje de la lámpara, intentando escapar por la ventana por la que ya entra algo de fresco, y pienso que soy el tipo con menos espíritu de la ciudad, días sin correr porque ha vuelto un poco el calor…, ¡seré maricona!, el miedo, que malo es el miedo, el de encontrarse de nuevo con Charo, con la que me sablea el tabaco, como si el precio de un cigarro alterara la economía de alguien que gasta menos que un ciego en novelas, suspiro, miro de nuevo la ventana, a través de ella, los ojos cerrados de todas sus congéneres que aseguran que el verano, por fin, se ha marchado con sus coletazos, bien dados, pero que parece que se retira, aunque sea para coger más fuerza…, lo que sea.

Segundo round, mi cuerpo que me ha pedido más nicotina, alquitrán como si fuera una vieja carretera, y yo que no me puedo negar nada, pues que me lo he dado, como si fuera…; he entrado a cambiarme, ahora la estampa es de risa, lo mismo que antes, pero en vez de pijama, de delicia de camionero, más apretado que los tornillos de un submarino, que en estos días, aprovechando que me empieza a salir azúcar, me he puesto como unos alicates nuevos, ciego de todo lo que me puede joder, pero con mucho gusto; me toco la lorza en la que se está convirtiendo mi pobre estómago, y sonrío, ¡como si me importara!, solo que me costará correr, entre el tiempo de descanso y el peso, un mucho más, pero eso no es importante, lo importante, es, ¿tendré lo que hay que tener?

Es la hora, me atrevo, el león nunca es tan fiero como lo pintan, o eso cuentan, pero ahí está el tío, con el aspecto de alguien que no se romperá en la prueba, sabiendo que más bien se reventará, pero es lo que hay, mariquitas a pelarla, y el tío que sale, la calle…, bien, a partir de ahí, el semáforo aparece más lejos, llego, sí, he llegado, solo se me está saliendo el pulmón, el izquierdo, no me importa, soy de derechas, sonrío, que chiste más malo, que no tengo ideología política, solo soy un ser moderno que busca solo su placer personal, que le vamos a hacer, son cosas de los tiempos.

El parque, con sus calles, su gente corriendo, ¿cada vez más?, no lo sé, el cuerpo aguanta, más bien como el andamio de un tonto de la haba[1], que se mueve más que los precios, pero los pies se despegan del camino, que nivel, alguien que me adelanta, quizás no recordaré su cara, pero si lo que me enseña moviéndose, lo sé, patriarcal, machista, pero los genes son así, me marcaron como hombre, no puedo raérmelo, por muchas charlas que den.

Más minutos que son siglos, quizás me haya doblado, quizás…, alguien que me saluda, está sentada en el banco, paro.

– ¿Te he ganado?, -pregunto.

-Ni loco, llevo más de media hora dando vueltas.

Me siendo en el banco, la chica sigue siendo un yogur, no ha caducado, yo me siento como si…, solo me siento, caldeo como un perro en agosto al sol.

-Lo llevas bien, ¿has traído tabaco?

-Si, intenté comprar un pulmón, pero se le habían acabado.

La chica sonríe.

-Tantos días sin…

No dejo que termine, le ofrezco el cigarrillo.

-Si, el calor, ya sabes…

-No…

No la dejo terminar.

-Que es una excusa genial para los que nos duele el alma antes de que el cuerpo se queje.

Le doy fuego, nueva sonrisa.

– ¿Vas a escaquearte de nuevo?

-No sé, hoy me ha costado la vida, mañana, depende…

Una gran calada para alguien que lleva media hora corriendo.

– ¿Nos vemos mañana?, -pregunta con la misma sonrisa asesina.

– ¿Tiene que ser aquí?, ¿corriendo?, ¿destruyéndome este pobre cuerpo que me han legado como resto de serie?

Nueva sonrisa.

-No, ¿dónde quieres que nos veamos?

Signos de infarto, contestación inesperada, cualquier cosa, menos eso.

-No sé…, -y realmente no sé.

– ¿Desayunas?

-Si, a las once, más o menos.

-Bien, nos vemos en, me explica la ubicación del bar, justo al lado de donde trabajo.

Apaga el cigarro, lo aplasta con las zapatillas de deporte, después lo toma, se acerca a la papelera y tira la colilla, sonrisa de maldad de mujer.

-Te espero…, mañana, ¿te parece bien?

Asiento, mecánicamente, con línea cerebral plana, sonrisa de baba, sí, he asentido, bendito sea dios en las alturas…

Veo como sale corriendo, ¿cómo tiene ganas?, pero sonrío, quizás sea uno de esos escasos días en que tendré ganas de vivir, no lo sé…


[1] «Tonto del haba» se usa para llamar «tonto» a alguien y proviene de la tradición del roscón de Reyes, donde a quien le tocaba el haba, debía pagar el roscón del año siguiente. Con el tiempo, la frase se ha contraído y evolucionado al insulto coloquial «tontolaba» para referirse a una persona ignorante o estúpida

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