
Como todos los días me he levantado a la misma hora, la costumbre, el insomnio, la madre que lo parió, el caso, es que llevo en el sofá dos horas pensando en si salir a correr o no.
Por un lado, algo dentro de mí quiere ver a la mujer de los cigarros callados, por otra mi pobre cuerpo se resiste a los tutes que le doy cuando siempre lo he conservado libre de las locuras de un deporte, que aun bien hecho, te trae problemas, más, para alguien que en el trabajo no mueve nada, pero que nada, he aquí la dicotomía, ¿Qué camino tomar?, pues lo más importante, la traba que todo lo traba, es que si voy me puede sacar de mi monotonía, de mi país gris donde el único que manda soy yo, tristemente, sin alegría, pero con el poder absoluto de alguien que no desea el contacto con nadie, que en su trabajo lo tiene, y cuando termina, pues eso, que no quiere saber nada de nadie…, ¿qué le vamos a hacer?, soy así, y por eso el estar dos horas sin saber si realmente salgo a correr o no salgo.
Tan fuerte es mi indecisión que no he fumado ni un solo cigarro, ahora me atrevo, quizás porque casi es la hora de encenderlo, calada de las de siempre, de las de llego a donde me da la gana, y sale como si hubiera ido al fin del mundo con dos vueltas de pasera, y el humo que ramonea de la lámpara, como si hubiera algo allí interesante; dejo caer la ceniza en el cenicero que parece el de un bingo antes de las prohibiciones, todo es mas aséptico, mas sano, pero se ha perdido el ambiente en los bares, en los restaurantes, en los bingos, ese Londres a primeras horas con su perenne niebla, que ahora es claridad casi insultante, pero que le vamos a hacer, la sanidad una mierda, pero de cáncer de pulmón…, al final los mismos, pero la gente fuma menos, eso sí, los que fumamos con un paquete pagamos un cartón de los de antes, así que el número es solo una quimera, que al final la pasta que entra, pues la misma.
Que me voy por los cerros de Úbeda, que me pierdo en mi soliloquio, y aun no he decidido nada, suspiro, ¿Qué hacer?, estoy hasta vestido, así que salgo, pero sin puntas, sin alharacas, solo andando con paso cansino, como si fuera a mi propio cadalso, como si…
Llego, ando apenas unos metros, un trote cada unos pocos, que asco de deporte, es lo que pienso, echo de menos mi sillón, maldita sea la hora en que…, me adelanta la forma de yogur me adelanta, veo la coleta moverse mofándose de mí, suspiro, un trote más, como caballo a carnicero, y cuando llego a las farolas me paro, no es que pueda más, es que no quiero andar más, el que me entiende, me entiende, el que no, que le den.
Y no pasa nada, nadie que se sienta a pedirme un cigarro, agacho la cabeza hasta casi ponérmela entre las piernas, parece que me han castigado, pero veo unos pies que hacen puntas, suspiro, ¿será?, ¿no será?, y levanto la cabeza, es.
Me mira, sonríe.
-Hoy la cosa no está por la labor.
-Y que lo digas, no soy deportista, lo intento, pero solo la intención, que el resto se queda, como puedes ver, en medio de parque, que ni puntas, ni de plano, hoy nada, mi cuerpo que me ha traído a rastras.
– ¿Como andamos de tabaco?
Saco el cigarrillo, lo toma, se sienta a mi lado, sonríe, le doy fuego, después enciendo el mío.
-En ese caso, ¿qué haces viniendo aquí todos los días?
-No todos, y quizás sea porque espero que alguien me sangre un cigarro, el día comienza medio bien cuando me descuidan el cigarrito.
La chica sonríe.
-Eres de los tristes.
De nuevo la miro, sonrío.
-Si, hija mía, cada uno lo que es, soy triste, de los de medio vaso, pero medio vacío, ya sabes.
Calada de experta, la miro, tiene unos ojos casi claros, pero no del todo, bonitas facciones, delgada, muy delgada, pero le sienta bien, no es guapa, pero si muy atractiva.
-Charo, -me ofrece la mano que estrecho con cuidado, mis manos son manojos de puerros.
-Cesar, -le respondo-, que tampoco de nombre vamos como para clasificarnos.
– ¿Que clasificación?
-La de los nombres modernos, que hacen daño, nosotros de los de siempre, de los clásicos.
La chica se echa hacia atrás.
-Voy a seguir corriendo, Cesar, que te sea leve, ¿mañana?
-Dios dirá, Charo, dios dirá, sabiendo lo que va a decir.
-Pues hasta mañana, si dios quiere, sonríe.
Se marcha y veo como su figura se pierde entre los corredores en el amanecer que ahora si que nos enseña un día de los de mirar con los ojos abiertos, otro cigarro, si no fuera porque soy un gilipollas, pero lo que es, por desgracia…, es.