Micro, Placa y Sudores

Las tres y media de la mañana, no podía ser menos, y aquí estamos como todos los puñeteros días, tan solo que hoy me han traído una placa y un micro chinos, de los baratos, que no es que no pueda, es que no quiero acomodarme a lo que me venden aquí, que sí, que muy bueno, pero que para lo que yo hago, pues pago cinco veces menos y andando, eso sí, te lo tienes que montar tú, tan solo que, por ejemplo el micro, es de apenas diez veces menos valor que uno similar aquí, pero que le vamos a hacer, de calidad, como de garantía, la que está escrita en una barra de hielo, pero en agosto.

El caso es que aquí estoy, destornillador, pulsera antiestática, pinzas, pasta térmica, disipador de los que parecen ventiladores de pie, y a montar, que la cosa no por conocida, no tiene sus riesgos, tornillo por aquí, pasta térmica por allí, dos horas y el ordenador está montado con más colorines que un puticlub, que no me gusta, que soy serio hasta morirme de luto, pero el caso es que deslumbra desde el dormitorio, y hay pared por medio.

Las seis de la mañana, casi que se me hace tarde; limpiar de pasta térmica, de telarañas, que las había, polvo para hacer dos desiertos que uno se me ha pegado en las manos, y dejo el ordenador que se pelee con Microsoft, que para eso es original, que se joda, quizás sea el único, pero por eso, que además es diez, que el once, para ellos.

Zapatillas más adaptadas para un discapacitado como yo, la camiseta con un poco de más color, es azul marino en vez de negra, y los pantalones los mismos, más bien sus hermanos, que se lavan todos los días, y se les nota, que están mas desteñidos que los vaqueros modernos.

Calle, puntas, semáforo, la cotilla del barrio que habrá madrugado para levantar acta de que soy gilipollas, que me da igual, no quiero correr, quiero fumar con la chica del cigarro silencioso, semáforo, semáforo, albero o similar, paso tras paso, nadie a la vista, nadie que me interese; llego a las farolas pasado el oxidado, después el Duque de Rivas, que me mira con desdén, quizás sabiendo que el pulmón saldrá de un momento a otro, continúo, increíble, al final la fuente, no hay parterre que matar, pero el flato hace acto de presencia; me dejo caer en las escaleras cerca de la fuente, donde las palomas, que está amaneciendo, pronto irán a beber, ahora mismo, yo, cansado, destruido, con las piernas temblando como si me hubieran amenazado de muerte; mi cuerpo suda, tiembla, la carne trémula, el aliento desacompasado, los pulmones para una toracocentesis, para los legos, una aguja para que salga el aire cuando el pulmón esta encharcado, el mío tiene ranas, quizás sapos, una buena capa de verdina que me impide respirar.

Yogur que pasa, que se queda haciendo puntas, me sonríe.

-Un poco más.

-Ni loco.

-Pues ese cigarro, hombre silencioso, ¿hace?

Asiento con la cabeza, que agacho, no quiero que se me vea la placentera faz del que está contento en demasía.

-Hoy has aguantado, -comenta mientras mira la cabeza del cigarro.

-Un poco más, dentro de poco, moriré en un charco de sudor, ahogado en el mismo.

La diosa del running me sonríe.

-Estas como una cabra.

-Si, pero silenciosa.

-Eso también, que hablas menos que los marcos de los cuadros.

Me atrevo a mirarla, suda como una campeona.

– ¿Cuánto corres?

-Mucho, llevo desde los doce años, así que imagina.

-Algún día te ganaré, -le tiro la piedra, que suena como si diera contra una enorme plancha de chapa.

Sonríe.

-Si, lo que tu digas, pero cabezón eres, -apaga el cigarro, me da la colilla, -tírala, mañana, supongo, nos veremos.

Asiento con la cabeza, me levanto y voy a comprobar si el subnormal de mi ordenador ha terminado de hacer el cabestro, lo que también me da igual, semáforo, semáforo, todo está bien, la cotilla que me vuelve a mirar, respondo con una sonrisa, que continuará aunque me encuentre la pantalla azul de la muerte, es cierto lo que dicen, el deporte activa la dopamina, que nos hace medio gilipollas, pero felices, con ganas, sobre todo cuando al entrar compruebas que el ordenador continúa con lo suyo, lento pero seguro, otro buen día que anotar en los años en que los buenos días son las excepciones que confirman reglas de decenios.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *