Carros de Fuego

Mas de dos horas llevo dándole vueltas a la cabeza, ¿lo hago?, ¿no lo hago?, el caso es que la pelota no deja de girar en esta cabeza que dios me ha dejado como si fuera algo que no quería cerca.

Así que aquí me ves, con la duda dando vueltas en esta pelota mía, que se convierte, aunque no quiera, en uno mas de mis innumerables enemigos, pero si, he tomado una decisión, con riesgo de mi vida y a costa de la muerte de un innumerable número de neuronas, sirva la redundancia, para que se tenga constancia de cómo se encuentra mi mente.

Ni cigarro, ni nada, ni vaso de leche tan siquiera, que todo lo que entra sale, y ya he comprobado, por experiencias anteriores, que por donde sale no es el lugar apropiado.

Zapatillas más flexibles, que no domadas, camiseta de las de “aquí esta el tío”, pantalones, eso si, más abandonados que los almendros de la vía, y la disposición incólume a cualquier traba que pudiera surgir en el acontecer de los momentos que vienen, que vendrán, seguro.

E increíblemente, a la entrada de mi casa, la puerta más concretamente, se encuentra lo que es el fantástico running man, el más que atlético tipo que hace puntas cuando aun no amanece en un barrio, que el que mas corre, es el que no corre nada, pero aunque sea por llevar la contraria, aquí está el parámetro universal de lo que es alguien con carácter, con voluntad, es decir, más abandonado que nada, que solo busca, la mínima oportunidad de que…, lo que sea, pero que las puntas también cansan, así que a trote cochinero, como si lo que se quisiera es lo que se consigue, semáforo, semáforo, albero, o lo que sea, que no tengo estudios sobre el tema, pero si sé que es cuesta abajo, mínimamente, no suficiente, pero si que ayuda, aunque sea con la nimiedad del ángulo en caída.

Un paso, que se complementa con otro, otro más, el cuerpo que se queja, no se le escucha, más pasos, que parecen mil, solo ha sido cincuenta y cuatro, que los llevo contados, la fuente, un objetivo conseguido, seguimos hacia la imponente figura del Oxidado, que locura, sigo corriendo, no me doblo como si fuera una alcayata, mi cuerpo responde, que maravilla, vuelta, las farolas, más sonrisa, casi que consigo lo que tenía que conseguir, pero ni rastro de la chica del cigarro, una pena, solo veo puretas con el cuerpo destruido, quizás como yo, que llorarán en casa por el dolor de unos muelles con muchos decenios, pero que ahora, arreglados como si fueran a concurso de caniches, parecen dulces exóticos, que enarbolan todas las, virtudes de alguien que rezuma fortaleza, eso sí, con unos decenios de retraso, que puta es la vida.

Más pasos, muchos más, quizás demasiados, las tumbas romanas, madre mía, que locura, el duque de Rivas, no, eso no, al duque no llego, dios mío, otro parterre a la mierda, me dejo caer en el suelo, no he llegado ni al banco, dejo caer la cabeza, sentado en la fría tierra, que el ambiente no lo es, pero la tierra, que busca que te aposentes para siempre o casi siempre, te recibe con cara seria, con frio.

-Que, ¿otra vez?

Levanto la cabeza, sonrío, es la chica.

– ¿Un cigarro de silencio?

La chica sonríe, mi esfuerzo ha merecido la pena, todo ha merecido la pena, ofrezco el cigarrillo que toma, después se sienta a mi lado, vestida como un yogur de mil colores, si, el flato ha merecido la pena, como si hubiera de fenecer a miles de parterres, sonrío de nuevo, no me cuesta.

-Soy…

No me deja seguir.

-Si, el enemigo natural de los parterres del parque.

Sonrió de nuevo como un estúpido, amanece, pero no es un amanecer de los normales, es un amanecer de pago, de los caros, si, se está bien, se está puñeteramente bien, le doy una calada al cigarrillo, que sabe bien, mejor que bien, como si fuera de pago, que lo es, y el día parece que amanece sin la mala leche con la que lo hace de cotidiano, si, el día se abre, miro a mi izquierda, la chica que me sonríe, pedazo de día.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *