
No solo el cansancio puede con uno, también la enfermedad, aunque sea de las de aquí te pillo aquí te mato, un reflujo de los de mira lo que has comido y en lo que se ha convertido, en algo que te quema la garganta, que hace que parezca que se va a derretir, y aquí estamos, las tres de la mañana, y sentado en el sillón, listo para fumar, pero con un vaso de leche al lado, ya bebido, para lo que, junto con el antiácido, formen algo que me permita no provocarme un agujero en el estómago.
Y ayer…, terrible, la chica que se sienta, preciosa, o eso me pareció, me pide un cigarro, y mientras lo convertimos en humo, como que no abrí la boca, solo un par de sonrisas, cara de gilipollas y ella, como debe de ser, que me considera imbécil y continua después de un somero “gracias” con su correr, su running, que es menos de catetos.
Y aquí estamos, sin la opción de salir a correr, que no running, que soy de los de hablar para que se me entienda, pero, por el reflujo, sin opción a poder hacer que el flato consiga que mi falta de oratoria del día anterior sea compensada por una verborrea casi paranoica si consigo que se me acerque, cosa que sé que es improbable, casi imposible, pero es esa mínima oportunidad la que mueve a que el hombre haga cosas que parecían imposibles, la mínima esperanza…, vaya historia, la de un subnormal de babas que siente como la garganta va poco a poco perdiendo el fuego que se ha prendido en ella, el antiácido, la leche, lo que sea, el casi es que casi está volviendo a la normalidad, que entre eso, que lo poco que duermo, se vea interrumpido por una catarata de reflujo ácido como las entrañas del infierno…, pues eso, que es una jodienda.
Mechero de categoría, sillón de cuero, no mirar al vaso de leche vacío, que se olvide en los segundos que tarde en hacerlo, y la llama que prende, el tirón duro, casi lascivo, y el humo que baja sin contemplaciones rompiéndolo todo, como se pretende, como tiene que ser, después de la rotura, del rompimiento, que vuelva, sale con presteza en volutas, enredado en la luz que da la lámpara, una delicia, comparable solo a…, incomparable, algún día dejaré de fumar, por miedo, por salud, por mil cosas, pero puedo asegurar que lo echaré de menos, pero ahora a disfrutar en la negrura renegrida de una noche en la que una de las farolas no quiere parir luz, mas oscuridad, mas soledad, que no me importa, estoy envuelto en volutas de humo de tabaco rubio, que afirma venir de esos malvados USA, pero que me da igual, como si viene de Fuente Palmera, el caso es que me hace olvidar el reflujo, que no duermo, la estupidez del silencio ante la dama del running, mi cortedad, mi soledad…, es decir lo que soy habitualmente, alguien con una vida que merece la pena vivirla si eres masoquista, que supongo que lo seré, pero sonrío, mientras yergo la cabeza y vuelvo a sonreír, mientras, olvidado el reflujo, me escondo en el remanso de las volutas de humo que se enredan, como si fueran sarmientos, en la oscuridad donde se pierden, y la luz las recupera…, en fin, todo señales de que mi vida es lo que es, apenas nada…, lo que tampoco me importa…, demasiado.