El Reloj de Pared

El reloj de pared, viejo compañero al que no afectan las tecnologías, me mira desde la pared de la que cuelga, como si hubiera cometido un pecado, pero no, solo me marca la hora, miro el cenicero, que ayer limpié como si fuera el ultimo acto de una ópera de las de un italiano romántico pesado, el caso es que conserva entre sus paredes cuatro coíllas, que a media hora cada una, me dice que me levante a las tres y media, que son las cinco y media, y que llevo mirando a la calle, como un gilipollas, esos ciento veinte minutos, y que lo único que ha pasado ha sido el tiempo, ni tan siguiera un borracho, un turista extraviado, nada, la soledad por compañera, la lámpara que no puede escapar, y el sillón al que aprieto con el culo, que es en este caso es el principio de mi cuerpo, que será muchas cosas, pero liviano, nunca.

Me levanto, diez minutos, la ropa está limpia, las zapatillas mínimamente mas suaves, pero no tan duras como cuerno del día anterior, pero mi carácter, mis cojoncillos, me impiden darme por derrotado ante un enemigo que parece que quiere que desaparezca el poco carácter que me queda, que no va a ser.

Hoy ningún vecino, son las cinco y media, ¿qué gilipollas va a estar a estas horas en la calle?, pues yo, por supuesto, pero necesito que el sueño se centre, para ello, si es necesario destruir el cuerpo, pues se destruye, que para eso es mío, que no es alquilado, ni leasing, que no pago renting, que lo que se rompe se arregla o se queda jodido, pero nada, puntas, muchas puntas, esos minutos en los que parece que estás pillado en una loseta haciendo el subnormal, que tú también lo piensas, pero los muelles, los malditos muelles, siguen destruidos por el tiempo en que se han movido menos que una talega de rasillas.

Un trote ligero para llegar al parque de la Victoria, que está cerca, pero quemar el motor antes de empezar el viaje, va a ser que no, el semáforo sirve de control necesario, aunque no aparezca ningún coche, las normas hay que observarlas, sobre todo si nos sirven para coger el fuelle que de seguro hemos perdido.

El parque, el victimario, el pudridero de cuerpos, el reventador de almas, el fin al fin, tomar la entrada, apenas das dos pasos y ya te han adelantado tres, por lo menos una mujer valiente te enseña que correr detrás de un trasero hermoso es algo…, que cuando no puedes con el alma, te importa tres mierdas, con perdón del que lea esto, pero es así, lo único bueno, es que he adelantado a uno de los carritos de limpieza, que nivel, me ha mirado como si fuera un ser superior, que lujo de detalles, que gallardía la mía, mientras me miraba pasar como una exhalación con inercia, el caso es que de lo poco de ayer, ya he pasado, si, apenas cien metros pero ya está superado, otra chica que me adelanta, la liberación femenina está bien, pero podrían esperar a que cogiera forma, que el neandertal que se esconde en mí, llora su lagrimita por el pase que me ha pegado moviendo la coleta que lleva con una sujeción y que se mueve como riéndose del pobre que poco a poco quiere ser el protagonista de carros de fuego, que ya le arde el pecho, le duelen los gemelos, los trillizos, que las zapatillas son de plomo de un nivel atómico superior; que el aire, lo vende caro, y no se ha traído la tarjeta, mil cosas, que hacen que la vista se nuble, que el cuerpo se resienta, que el alma, solo grite pidiendo lo que el cuerpo se niega a darle, y las puntillas que comienzan a nacer, alguien con buen criterio las llamo agujetas, que son agujas en cualquier lado, sé que el azúcar se cristaliza, pero a mi me ha convertido en una cristalería, y lo que faltaba, un parterre, otro más que destruir, que mi amigo el del costado que regresa, echo lo que no tengo, pero lo echo, me arrastro, casi como un gusano, hasta uno de los bancos que la misericordia ha colocado en su sapiencia acerca del ser humano, de lo que quiere y de lo que consigue, echo la cabeza hacia atrás, respiro con fruición, con ansia, como si no fuera a inhalar nunca más.

Alguien que se detiene; con carácter, que es lo único que me queda, levanto la cabeza, es la coleta, pero que tiene cara, habla.

– ¿Se encuentra bien?

Sonrío, es lo único que me queda, fuerza no, solo nada.

-Si, gracias, ya sabe, la diferencia entre lo que uno cree que es, y la destrucción que la realidad, al topar con la creencia, consigue.

La chica sonríe mientras hace puntas, deja de hacerlas, se sienta a mi lado.

La miro de nuevo, sonrío, saco el paquete de tabaco.

-Ya sabe, no hay rendición con condiciones, la mía es incondicional, algún día le daré una vuelta al parque, pero hoy, no, así que, como desprecio absoluto, me fumo un cigarro, que es como decirle a este miserable parque que ha ganado, pero que yo he sido el que lo ha permitido.

Nueva sonrisa.

– ¿Me da uno?

La sonrisa se hace mas amplia, se lo doy, se lo enciendo, levanto la cabeza, amanece, si, puede ser un buen día, si, puede serlo.

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