Otra Noche más en la Soledad del Insomnio

Otra noche más en la soledad del insomnio, hoy menos, no son las tres, son las tres y media, que siempre haya algo que nos reconforte, aunque sepas que apenas si marca la diferencia, pero el caso, es que esta noche ni siquiera he pasado por el ordenador, solo me he ido, derecho, con el timón trabado, hacia el sillón, que parece que me atrae como a Ulises las sirenas, y aquí estoy, de nuevo mirando a las ventanas que ni siquiera guiñan, permanecen entreabiertas, parece que olvidado el aire acondicionado, que está la electricidad a precio de tabaco, es decir, casi como el oro o más.

Y si, la ciudad duerme, no es una cosmopolita como Madrid, es Córdoba, una ciudad que hay que nacer aquí para apreciar, lo que se dice una capital de provincias en el mal sentido del término, si, es como un pueblo, quizás más grande, pero lo mismo de cotilla, con los índices preparados para señalarte, con los apellidos que arrastran el fango de generaciones anteriores, con esos, los de siempre, que se creen especiales, los señoritos andaluces, que habría que quemar, seas de derechas o de izquierdas, que los malvados y los imbéciles sobran en todos lados, pero el caso, es que es una ciudad recogida, tanto que parece que no ha salido en la vida.

En cualquier ciudad de entidad como nuestra Córdoba, en el centro, a las tres de la mañana, más, al lado de ferrocarriles, de autobuses, se oiría a la gente trasladarse, o al último borracho cantando lo impronunciable en su estado, pero no, aquí el silencio es algo que se podría exportar, lo que es de agradecer, para alguien que no le gusta, más a estas alturas, el vocerío, o las diatribas de aquel al que vuelve loco el alcohol.

Así que aquí estoy, enciendo mi sempiterno cigarrillo, nadie me molesta, a nadie molesto, este cáncer es solo mío, no tengo que compartirlo con nadie, ni la esencia de ese humo, que vale lo que casi, o no casi, se puede pagar, ¡que disfrute¡, sentir como me destroza los alvéolos en una razia de las de Almanzor, que rasca como la primera de un coche con un millón de kilómetros, y que me deja exhausto, pero con una sonrisa. Así que casi me desmayo, que no duermo, el placer es fuerte, la soledad, el silencio, no consiguen que me duerma, pero si que descanse, a pesar que dentro de poco, encenderé la tele y una cadena mentirosa, pagada por el gobierno, me ensalzará la inmundicia, me hará ver blanco lo negro de excremento, y loores y vítores a los que nos llevan al averno, pero de momento, solo la voluta de humo que sube como si no le importara nada, que nada le importa, como a mí, aunque solo sean unos instantes, que se irán, como humo q

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