
Camino de la fuente voy,
llueva, nieve o sople hoy.
Sabañones en las manos,
dedos rígidos, tempranos.
En la cola que no cesa
ya la espera se me espesa.
Charlas van con las vecinas,
con las voces más mezquinas.
Y los chismes, como dardos,
salen sueltos, afilados.
Si el camino va cansando,
más lo hace regresando.
Parece que en cada paso
llevo la vida en un lazo.
¡Agua, agua, dulce y fría,
que pesa más de lo que diría!
El que la bebe en su mesa
ni sospecha lo que pesa.
La cántara se termina,
otra vez será en la esquina.
Ya por la tarde, al regreso,
quema el suelo y va sin seso.
La solana está en su ley,
no hay comadres, no hay por qué.
Ya no hay charla ni alegría,
solo espera y letanía.
Cansancio que va a la casa,
donde el gesto no se abraza.
Mas sonríe al regresar,
porque si quiere chistar,
una torta mal cruzada
le pondrá la cara helada.
Y la vida, sorda y seca,
sigue igual, sin una mueca.
Tarde a tarde va quemando,
y el camino va gritando.
Pero no se irá, la brisa,
sin ver brillar la sonrisa.