Lugares sombríos, callados, sin bríos,
a la sombra fría de lentos ríos,
de los arroyos, de las lagunas,
de albercas hondas, quietas, sin lunas.
Y sombra, sombra que en todo se adueña,
musgo que cubre, verdina que enseña,
atardeceres que caen rendidos
en noches tristes, heladas, sin ruidos.
Rosales bravos, de espinas sin flores,
sin ramos tiernos, sin dulces colores.
Dientes de león, al viento vencidos,
rubia silvestre, en rumores perdidos,
canta violeta su canto sin miedo,
y la caléndula llora en su quedo.
Mira la zarzamora en su coraza,
púas salvajes, cerrada su traza.
Helecho y begonia, gardenia en pena,
camelia gime, su alma está llena
de llanto por hortensias marchitas,
que el agua arrastra por rías benditas.
El cauce murmura su voz escondida
junto al murmullo sin fin de la vida.
Nadie lo escucha, nadie diría
nada a la selva que brota y crecía
bajo el follaje de la sombra umbría.