
La playa, sueño con ella,
cuando el calor centellea,
y mi mente se recrea
en su estampa más bella.
El verde del agua brilla
en Punta Umbría, mi guía.
Sueño noche y luz del día
conchas blancas, sin semilla.
Esa playa infinita,
que parece interminable,
bajo un cielo impenetrable
de azul, espuma bendita.
Las marismas rumorosas,
de la mar misma escapadas,
sus mareas delicadas
traen memorias silenciosas.
Ay, mi Punta tan querida,
tras los pinares dormida,
con su esencia compartida
entre varas de la vida.
Cañaverales secretos
donde el agua se retira,
y la marisma respira
versos húmedos y quietos.
Pasos mudos, sin sonido,
que en la playa yo he sentido,
como si el alma, rendido,
se fundiera en lo perdido.
Rozando el mar al andar,
dejando huellas fugaces,
vi disolverse mis pasos
en la espuma al resbalar.
Y hoy aquí, seco y lejano,
ya no siento tan cercano
a ese mar que fue mi hogar,
pero, por más que me duela,
nunca lo podré olvidar.