
Cielos oscuros,
Grises, impuros,
Nubes que suben, nubes que bajan,
Sombras que a la razón atajan.
Almas sin voz, sin rumbo ni guía,
Perdidas en la porquería,
Y abortos que gimen en rincones,
Bajo el peso de mil traiciones.
Rezan los ateos sin fe, sin calma,
Y el silencio les roba el alma,
Nadie habla, nadie responde,
Solo el abismo, que lo esconde.
La vida parece quererse apagar,
Y en el mismo sitio todo quedar.
No hay cielo que al pecado encierre,
Solo cieno que todo lo entierre.
Lloran los hijos del vil pecado,
Y también el justo, desamparado,
Pero son tan pocos, tan olvidados,
Que ni los ángeles los han notado.
Se acabó el día, el último aliento,
Cuando nadie creía el momento,
El mundo cayó, sin redención,
Sin perdón, sin compasión.
Ya no queda nada que mirar,
Solo cenizas en el lugar.
Nadie sonríe, todo se fue,
Y con la esperanza, yo también me marché,
Subido en el tren del olvido cruel,
Junto a los restos de todo el papel.