Se Marchó Blas (Rima)

Se marchó Blas,
dejando atrás
el campo y el jornal,
se despidió de sus padres
subido en el autocar.

Se mira las manos, curtidas,
ásperas, como las heridas
del pedregal sin final.
Mira al futuro, aunque cruel,
no puede ser más brutal
que el pasado que deja atrás.

Una beca que apenas alcanza,
que en su cuchitril no le cansa.
Allí, en el cuarto alquilado,
sonríe Blas,
aunque todo es penado.

Allí no es nadie,
en la facultad,
nadie le ve,
nadie le verá jamás.
Solo piensa en su padre,
esa espalda que no se puede doblar,
los sacos ya no pesan,
pero él no deja de sudar.

El bar hasta el alba,
gente a la que aguantar,
y las horas de sueño,
apenas un sueño que va.
No le importa el invierno,
ni la humedad brutal,
ni el verano que asfixia,
ni el sol que le quiere quemar.

Solo piensa en su padre,
¿cuánto tiempo más aguantará?
Las risas de la facultad
no le llegan jamás.
No le importa servir copas
a los que ríen sin piedad,
de su ropa vieja,
de su torpeza social.

Y continúa, día tras día,
como si el fin no fuera a llegar.
No es el más listo,
ni lo será,
pero mientras los otros duermen,
él no dejará de luchar.

Pasan los años,
tenían que pasar,
hasta que un título en mano
logra por fin conquistar.
Cada verano lo ganó
sin dejarse doblar,
como la espalda del padre,
que aún resiste sin claudicar.

Tantos años de estudio,
de silencio, de penar,
parecen no valer nada,
ni aún con diploma que mostrar.
Los zapatos gastados
de tanto buscar.
Cuando todo parece acabarse,
llega esa oportunidad
en un norte lejano,
en un idioma que no sabe hablar.

Y se marcha Blas,
a una tierra nevada
que jamás pudo imaginar.
Aprende la lengua
que hay que pronunciar,
le tratan como a un perro,
y no sabe ladrar.

Pero ha de imponerse,
y le han de respetar.
Y pasado un tiempo,
una eternidad,
padre ya no tiene la espalda
que se tenga que doblar.

Mira por la ventana,
que da a la ciudad,
donde nadie es nada,
y la risa no suena ya.
Y se endurece Blas,
como hierro forjado
en un país que nunca amará.

Echa de menos el sol,
y allí solo hay soledad.
El dinero no importa,
aunque mucho pueda ganar.
Y el duro de Blas,
por las noches llora,
recordando su hogar,
su patria, su paz…

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