
Lugares de antiguas miradas,
de vidas ya bien transitadas,
de deudas saldadas al fin,
de recuerdos que laten sin fin.
Momentos de fuego encendido,
que dejaron el alma vencido.
Tristezas de todos los días,
susurros guardando agonías,
que el viento se lleva en su paso,
sin rumbo, sin fin, sin abrazo.
Torbellinos fríos de hielo,
en mentes ardiendo de anhelo,
por vidas que no se vivieron,
por sueños que se perdieron.
Una calma que grita y desgasta,
ojos abiertos en la madrugada vasta,
esperan la luz con desgana,
entre sombras y penas tempranas.
Horas aciagas, grises jornadas,
presagios vacíos, promesas frustradas.
Olvidos que todo lo borran,
aguas pasadas que no socorren,
aire quieto, sin movimiento,
frío que arrastra el pensamiento.
Y el alma, ya ida, se embalsama,
del que duerme solo en su cama,
temblando, sin paz, sin abrigo,
agitándose sin enemigo.