
Tiempos de lucidez extraviada,
cuando el reloj marca su emboscada.
Pensar en lo que se puede enmendar,
y saber que ya no va a importar.
Perspectivas desde la lejanía,
la que traen los días, día tras día.
Lejanía que el tiempo nos dejó,
y que a ningún trabajo convocó.
Sabiduría que ya no se ofrece,
pues nadie a escuchar se merece.
Ni se puede hablar, ni referir,
cuando nadie quiere ya oír.
La experiencia se desvaneció,
con el último viejo que partió.
Ahora oráculos de luz y silicio
pretenden conocer todo juicio.
Responden todo sin vacilar,
pero sólo lo que quieren dar.
Viejos dioses, y nuevos también,
¿a estas alturas… qué nos sostén?