El lobo, el lobo viene por mí,
he visto sus ojos brillando allí.
Se oculta entre ramas, con su figura,
como si yo ignorara su negrura.
Y sé que al final, sin más desvío,
nuestros pasos cruzarán su río.
Viene directo, no hay que fingir,
nadie hasta ahora logró huir.
De cada uno que ha conocido,
ninguno ha salido del camino.
Y solo temo, de la bestia fiera,
la forma exacta en que llegue la espera.
Si fuera rápido, sin alarido,
que no dejara grito ni sonido.
Solo un instante, un leve temblor,
un golpe seco, un solo dolor.
Y todo, entonces, terminaría.
La vida ya no me desafía.
Tantas veces pasó junto a mí,
que el juego cansa, me rendí.
Es hora ya, no quiero escapar,
el momento ha llegado de marchar.
Y el lobo me observa, sin hablar,
con esa forma que sabe mirar.