
Tarde de tranquilidad,
Cuando todo se calma,
En esta maldita ciudad,
Donde no existe,
Entre tantos seres humanos,
La maldita humanidad,
Solo ventanas cerradas,
Que guardan,
Lo que tú quieras guardar,
Y el asfalto se derrite,
Entre adoquines de granito,
Que llegan al infinito,
Que no aciertas ni a ver,
Y entre todos los edificios,
Bloques y manzanas,
Los pequeños pisos,
Donde se esconden,
Los gusanos que allí mueren,
Ya nada queda en el campo,
Es fácil de entender,
Lo difícil de comprender,
Es como no quieren volver,
Solo queda cemento,
Gradillas para sentar,
Y las malas compañías,
Que no desaparecerán,
Luz, agua, todo es la comodidad,
Y entregar a vuestros hijos,
A los que, en las esquinas,
Les venden la felicidad,
Es heroína cortada,
Marihuana que fumar,
Y en todo caso coca,
Que poderla esnifar,
Y si resiste a la hilera de muerte,
Que le pondrán en bandeja,
Vuelta al paro, al desempleo,
A no hacer nada,
Que no sea pasar el día,
Viendo cómo va pasando,
Y si en el mundo no hubiera,
Comida para todos,
Quizás me contuviera,
Pero viendo, como cuatro,
Tiran todo el dinero,
Me pregunto si no es mejor,
Tirarlos a un agujero,
Levanta tus manos,
Forma con ellas barricadas,
Y pelea hasta la muerte,
Que mejor que venga pronto,
A que te deje a tu suerte,
Lucha como un salvaje,
Destroza todo a tu lado,
No les dejes,
Nada que les sirva para el viaje,
Rompe cuerpos, mata cerdos,
A quienes tu vida no importa,
Solo lucha, son el cuerpo, con el alma,
Que nunca haya calma,
Para esos titiriteros,
Y si cuando termina la lucha,
No has conseguido nada,
Te aseguro que te engañas,
Que les has mostrado,
Que tu vida es de morir,
Si es necesario en esa lucha,
Matando a las alimañas.