
Pájaros de hielo,
anidan en mi pecho,
y el frío más estrecho
me envuelve sin consuelo.
Mis dedos, ya derechos,
se alzan hacia el cielo,
pero yacen al suelo,
sin fuerza, sin derechos.
Contemplo con recelo
a quien se alza ligero;
yo, en mi nido severo,
tan preso como el hielo.
Es fruto que se arruina,
la fruta más vencida,
que del árbol se inclina
cuando muere su vida.
Es el claro momento
donde la vida, erguida,
con su garra extendida,
te arranca el último aliento.