Gaviotas… nunca, ni en mis notas.
Ni el salitre, ni sus gotas.
No huelo el mar, ni su despedida,
ni a los barcos cuando inician su huida.
Las olas aquí son puro asfalto,
y el mar, de albero sin resalto.
Me siento preso en este encierro,
de un paraje cruel y tan sincero.
El aire quema o hiela sin razón,
y te cala hasta el corazón.
Sólo montañas grises, sin color,
que te llaman al dolor.
Polvo, polvo por doquier,
que impide respirar sin perecer.
Terrones de tierra, tan duros,
que hay que desgranar, puros.
Las estrellas son las mismas, creo,
y el sol también, aunque no lo veo.
Porque en este páramo sin consuelo,
el destino me dejó sin anhelo.