
Pájaros de brillo metálico
surcan cielos de tono plástico,
sobre horizontes de verde hierba,
hasta donde la vista se conserva.
Nubarrones brotan en lejanía,
y, riendo, apagan la luz del día.
El canto animal se desvanece,
como si el mundo ya no merece.
Todo calla, como un presagio,
silencio impone su duro plagio.
Y cae el agua, fría y sin gozo,
sobre un paisaje ya silencioso.