
La vida cae con todo su peso,
terrible, inmenso, sin retroceso,
sobre los pobres, los terrenales,
mientras los dioses, tan inmortales,
ríen en tronos de luz y viento,
lejos del llanto y del sufrimiento.
Y miramos al cielo, suplicantes,
como si esperáramos ayudantes.
Pero es solo un sueño, un vano anhelo,
mejor los paganos, no miran al cielo.
No alzan las manos, no piden consuelo,
saben que arriba no hay otro duelo.
De lo alto solo cae el castigo,
la lluvia fría, el hielo enemigo.
Nada responde, ni voz ni abrazo,
solo el invierno, su helado lazo.