Por vez primera, en esta jornada,
escribo a vela, luz apagada.
Todo confunde su llama leve,
no es calidez profana, ni breve.
No es la luz eléctrica, constante,
sino el temblor de un hilo errante,
el pábilo que danza sin paz,
se agita más, y más, y más.
Y piensas, sin rumbo ni claridad,
que el mundo ha perdido electricidad.
¿Y cómo vivir, con esta visión,
que da la vela, sin redención?
Es solo un flujo, un sueño vano,
dominar la sombra con débil mano.
Con esa luz que apenas palpita,
en la oscuridad que todo limita.
No hay salida, ni escapatoria,
la noche avanza con su historia.
Y en esta triste y negra ocasión,
vino el temido apagón.
Todo se fue, sin dar aviso,
y se oyen voces sin compromiso.
«Pronto volverá», dicen sin cesar,
quizás sea cierto… no puedo jurar.
Lo que sí sé, con plena certeza,
es que no escribo con entereza,
a la luz cálida de esa vela,
sino de linterna que aún consuela.
Pareció inútil, gasto sin causa,
pero hoy me salva, aunque no me aplausa.
Y aquí me ves, tras el percance,
entre sombras…
con su luz… y mi esperanza.