
Tiempos de dolor, de ira y de aflicción,
cuando el que debía alzar la voz,
elige el silencio sin razón,
toma limosna con desdén atroz.
La voluntad ya no tiene valor,
se doblega ante el opresor,
si desean tan solo comer,
aman a quien los hace ceder,
aunque sea un vil usurpador,
que les roba sin pudor.
Tiempo incierto, monstruo al acecho,
con urdimbre que cruza el umbral,
y las banderas, sangre en su pecho,
rojas de un rojo infernal.
Sangre muerta regalan sin pena
los de la palabra hueca y sin alma,
vítores nacen, esclava la escena,
nuevos amos, la falsa calma.
Todo reparten, incluso miseria,
con un poco de pan y de serrín,
mientras el loco y su turbia materia,
roban al pobre su último fin.
Hijos de puta y de un cruel demagogo,
que se llevan en sombras lo poco,
de lo que no ha de quedar
más que ruina por rescatar.
Triunfa la escasez sin medida,
con comer ya basta la vida.
Quieren naciones con hambre feroz,
sin hombres, ni causa, ni voz.
Solo mendigos de gesto doliente,
que lloran por un bocado presente.
El orgullo huyó sin rastro ni ley,
la pobreza lo arrastró como un rey.
Y si el partido al esclavo reclama,
arde la plaza con cada proclama.
Pues bien lo debes comprender:
es su modo de hacerte comer.