
La vieja pluma, rota por el uso,
aún danza firme sobre el viejo suelo;
arrastra tinta, sueños, y consuelo,
bordando el blanco lienzo, lento y brusco.
Son tantas frases, tanto fiel discurso,
que en su fluir yo hallé mi propio vuelo;
y aunque nació sin gloria ni destello,
es parte ya de cuanto en mí rehuso.
No importa su pobreza ni su hechura,
ni que su fin asome ya cercano;
la llevo como un brazo en la locura.
Seguiré con su trazo, firme y vano,
hasta que el cuerpo ceda su armadura
o muera en ella el último temprano.