
Tengo un tarro de cristal,
donde guardo mis pesares,
y lo acabo de llenar
de tus burlas y azares.
De tus desplantes airados,
hoy me quieres a tu lado,
y mañana, “na de na”,
y, sin embargo, aún va
mi alma tras tu cuidado.
Hasta el más hondo reproche
desaparece en la noche
al ponerme a imaginar:
dime, amor de mis amores,
¿qué he de hacer, mil clamores,
para que vuelvas a amar?
Le pregunto al fiel viento
con mi quebrado aliento,
sabiendo que callará,
y con mi postrer suspiro
al cielo limpio respiro,
queriéndote vislumbrar.
Y tu figura se pierde,
como diosa que se esconde,
y esa sonrisa responde,
que me echó a desesperar.
La lágrima que hoy me brota,
deseo que sea la última,
de mis ojos se alborota
y que la vida se agota,
y con ella mi penar.