
Todo se pierde,
cuando el momento muerde,
cuando la muerte llega,
y la esperanza niega.
Lo que hicimos en la vida,
la lucha perseguida,
será lo que decida
nuestra última partida.
No harán falta tribunales,
ni sentencias ni fiscales,
pues fueron ya incontables
los actos tan deplorables.
El más puro, el inocente,
que engañó a tanta gente,
mostraba su careta
tras su alma incompleta.
Y es entonces necesario
que hable el comentario
de testigos sin pecado,
en un juicio no pactado.
Cuando en la sala aguarda,
con su mirada amarga,
quien todo lo conoce,
quien dicta y no negocia.
El final, la pena fría,
llega con su melodía.
No hay veranos, ni inviernos,
solo infiernos eternos.