La mañana canta,
Canciones blancas,
Que el miedo espantan,
Los espíritus se fueron,
Dejando sus letanías,
Llenas de mal agüero,
Mozas que se lavan en la mañana,
Y muchachas que lo hacen de peor gana,
El día comienza,
La lucha empieza,
Cuando la luz desaparezca,
Las calles se llenan,
De voceríos, de gritones,
De que gente que corre,
Por todos los rincones,
Van quizás a trabajar,
A ejercer su oficio,
Aunque este sea el fornicio,
Golpes de los herreros,
Tablas cortadas de los ebanistas,
Y cuerdas unidas de los cordeleros,
Acaba el día de trabajo,
Sea a paga o a destajo,
Los cuerpos cansados,
Miran los atardeceres,
Que de tanto mirarlos,
Parecen ajados,
Y son los mismos seres,
Que, a la mañana,
Cuando recién levantados,
Parecían de otra manera,
Pero al atardecer,
Esto es todo lo que queda,
Eso fue del ser humano,
Que quiso ser dios,
Y ahora lo miras,
Aunque sea sin ganas,
Y ves que es solo lana,
De un mísero borrego,
Que quiso ser dios,
Y ahora, destruido,
Sabe que no es el creador,
Sino algo sin sentido.