Hoy de nuevo, nada que contar, la misma ventana, posiblemente la misma temperatura que ayer, las mismas vistas, y el humo de cualquier sitio que se posa en cualquier lugar.
El suspiro sale de mi pecho espontáneamente, como si no costara dinero, y es gratis, pero es la señal de que la cabeza, quizás el corazón, anhela algo.
La soledad es un amigo terrible, ni tan siquiera el ordenador, sempiterno, terrible en su constancia, suple esa carencia, y lo más triste, es que es la enfermedad de este siglo, de esta centuria donde la comunicación, teóricamente, es tan fluida como no se hubiera podido imaginar nunca, y a pesar de eso, la gente, persona a persona, está triste, vacía y sola.
Conectas al ordenador, la sonrisa enlatada, real o ficticia, la conversación detallada, real o ficticia, el galanteo, que al final somos lo que somos, real o ficticia, y al final, cuando posas la cabeza sobre la almohada, miras a la oscuridad, rota solo por el despertador y las luces led de los cargadores, y te quedas con la mente en blanco. Soledad.
La gente mira por la ventana, solteros, divorciados, casados, jóvenes, doncellas, niñas, niños, aburridos, abrumados, cansados, tristes, casi abandonados, y en la noche miran los led de carga como todos, pero no es cierto, todos estamos bien, es lo que las encuestas aseguran con bellos diagramas de tarta, que la juventud se comunica, ¿Qué es la comunicación?, ¿estar enganchado a un dispositivo viendo lo que no debías de ver, comentando cosas que nunca se te hubieran pasado por la cabeza, o quizás haciendo cotidiano lo que es extraño?, y me refiero, al bulling, es decir al acoso escolar, en español, a la violencia descarada, vista en primera persona, al sexo a través del cristal, pero con aberraciones de mentes enfermas, mucho más allá que las prostitutas en los perdidos canales, en barrios de color rojo, y me pregunto…que me voy a preguntar…las cosas son como son, y si malo es el presente, con las personas ausentes, me temo que el futuro, nos sorprenderá, pero no para bueno.