
Miro sin ver cosa alguna,
así será toda la jornada bruna.
Sonrisas, gestos, asentimientos,
pero dentro… solo apagamientos.
El día pasa, lento y frío,
y en la sonrisa… el desvarío.
Un mundo que se va al abismo,
bajo brillos y cinismo.
Lo que antes era valor,
ahora es sombra sin color.
El amor, solo secuencia,
el cariño: una carencia.
El roce humano, olvidado,
el contacto, suplantado.
Los rostros de la calle ya no son,
ya no existen bajo el sol.
Sólo hay vida tras pantallas,
tras máscaras y batallas.
Y el viejo se vuelve jovial,
si puede ver carne sensual.
El del rostro porcino,
ahora es príncipe divino.
Todo es mentira rotunda,
en la pantalla que al mundo inunda.
Las noticias son engaños,
los locos, sabios de antaños.
Y niñas aún tiernas y quietas,
ya enseñan sin pudor sus tetas.
Navajas vuelan en calles vacías,
entre almas sin armonías.
No comprenden su violencia,
ni su insana indiferencia.
Y suben su ruina y bajeza,
a esa nube sin nobleza.
El lugar de mil pecados,
de rostros antes honrados.
Donde cuatro micros malditos,
te forjan en segundos malditos.
Esto, apenas el inicio,
del borde de un gran precipicio.
Un paso al frente… hemos dado,
al vacío, al lado errado.